jueves, 30 de octubre de 2025

Entrevista capotiana a Iván de Cristóbal

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Iván de Cristóbal.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Barcelona, la ciudad que me vio crecer y he visto crecer, y aun así me sigue fascinando.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a mi perro a mucha otra gente, pero no sería capaz de escribir nada relevante sobre un perro y si cientos de historias sobre las personas que me rodean.

¿Es usted cruel? No me han hecho suficiente daño para poder responder a esa pregunta.

¿Tiene muchos amigos? Esperemos a que se publiquen las ventas del libro y te respondo.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que acepten mis imperfecciones y no se avergüencen de las suyas.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Pocas veces lo consiguen, y cuando se convierten en amigos pierden ese superpoder.

¿Es usted una persona sincera? Cuando la pregunta anticipa dolor, suelo decantarme por la respuesta que necesitan en ese momento, que casi nunca coincide con la verdad.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? O viviendo experiencias, o volcándolas en un papel.

¿Qué le da más miedo? Descubrir un día que esa sensación de impostor que me acompaña es fundada.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que en la sociedad actual, una mentira sea tan fácil de vender, y a su autor de encumbrar.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Para algunos la creatividad no es una opción, la necesitas como el oxígeno que respiras e impregna todo lo que haces. Además de escritor soy consultor, publicista, profesor y podcaster, y todos estos oficios parten de lo mismo; contar un relato que genere un impacto en los demás.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Camino, camino mucho, a todos lados y deprisa. Mis historias se han forjado en cada uno de los barrios de Barcelona, en los senderos del Solsonés y, cuando hay tiempo y dinero, en alguna playa paradisiaca.

¿Sabe cocinar? Lo justo para sobrevivir.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Tengo debilidad por los científicos. Elegiría o a Marie Curie, la mujer que pulverizó tanto los límites de la ciencia como los de género  o a Werner Heisenberg, que hizo más por vencer a los alemanes que su homólogo Oppenheimer. 

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.

¿Y la más peligrosa? Certeza.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Me gustaría que muchos criminales desaparecieran, pero no mediante otro crimen.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las de aquellos que trabajan por el bien común administrando los recursos de forma eficiente y con transparencia. Para mí los términos rojo y azul, derecha e izquierda o conservador y progresista, son solo etiquetas vacías para confundir y, sobre todo, dividir al votante.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Alguien muy parecido a mí con la juventud intacta y la experiencia acumulada. Y con pelo en la cabeza.

¿Cuáles son sus vicios principales? La falta de paciencia y cierto grado de vehemencia.

¿Y sus virtudes? Curiosidad y autoexigencia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Solo una; la superficie. Hay que luchar hasta el final.

T. M.