Mihail Sebastian escribió «Desde hace dos mil años» (traducción de Marian Ochoa) en 1934, en una Rumanía en la que el antisemitismo se había consolidado como práctica social. Nacido en Braila en 1907, formado en Derecho y activo en la vida intelectual de Bucarest, Sebastian convierte su experiencia personal en una herramienta de análisis. Así las cosas, la novela sigue a un joven estudiante judío que observa cómo la hostilidad de profesores y compañeros se normaliza, lo que crea un entorno de exclusión constante. En este sentido, la obra se sitúa entre la memoria íntima y la crónica social, y muestra cómo la discriminación penetra lo cotidiano.
La estructura de diario permite al autor registrar con precisión los detalles de la vida académica, familiar y urbana, desde la violencia en la universidad hasta los gestos de cuidado de su madre. Desde la primera frase —«Creo que nunca he recelado de las personas ni de las cosas, solo he tenido miedo de las señales y de los símbolos»—, Sebastian establece un registro de observación que evita la retórica moralizante. Cada incidente, por pequeño que sea, se presenta con exactitud: las humillaciones, los puñetazos, las tensiones sociales se describen sin dramatismo, la cual cosa refuerza la seriedad del testimonio.
La decisión de conservar el prólogo antisemita de Nae Ionescu, su mentor, es un gesto calculado. Sebastian no lo elimina ni lo condena abiertamente; lo documenta como evidencia de las contradicciones de su contexto intelectual. Sirve al lector de hoy para mostrar cómo se concibe la exclusión y cómo se enfrenta desde la conciencia individual. Asimismo, el estilo combina observación minuciosa y distancia reflexiva. Se percibe la violencia social, pero también la manera en que el narrador analiza sus efectos internos sin sentimentalismo, al tiempo que se contempla el mecanismo de discriminación que el autor vio en su momento, haciendo del conjunto un documento intelectual y social, con gran valor histórico y literario.
Publicado en La Razón, 8-XI-2025
