lunes, 24 de noviembre de 2025

Entrevista capotiana a Pablo Colacrai

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pablo Colacrai.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una cancha de fútbol.

¿Prefiere los animales a la gente? No. Me gustan los animales, pero prefiero a la gente. Siempre. Con los animales no se puede hablar de literatura, ni hacer chistes.

¿Es usted cruel? No. En absoluto. Tengo un rechazo absoluto a la crueldad. No la soporto.

¿Tiene muchos amigos? Sí, tengo muchos. Igual, soy bastante selectivo. Me cuesta hacer amigos nuevos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? El sentido el humor.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Por suerte no. Quizá por lo que dije antes: soy muy selectivo.

¿Es usted una persona sincera? Sí. Aunque nunca he cometido sincericidio. Mi sinceridad tiene un límite.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Viendo partidos de fútbol.

¿Qué le da más miedo? La muerte. La mía y la de mis seres queridos. Me aterra de sólo pensarlo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La falta de empatía, la imposibilidad de pensar en el otro, de ponerse en el lugar del otro. Esas cosas me escandalizan. Me enfurecen.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Hubiera sido docente. Universitario, de ser posible.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Hasta el año pasado, jugaba al fútbol con amigos de forma amateur. Ahora estoy retirado.

¿Sabe cocinar? Lo mínimo y necesario. Para zafar el día a día.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Chéjov, sin dudas. Siento una admiración y cariño por él. Para mí, es como si fuera uno más de mis amigos.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Hijo.

¿Y la más peligrosa? Desigualdad.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Soy muy pacífico. No tengo ninguna relación con la violencia.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Diría que soy progresista, si no fuera porque siento que ese término últimamente cambió de significado.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Músico. Lamentablemente, no tengo las aptitudes necesarias. Pero me encantaría ser un músico profesional.

¿Cuáles son sus vicios principales? La obsesión (no sé si es un vicio, pero es algo que sufro y que no puedo manejar, como todos los vicios).

¿Y sus virtudes? La perseverancia (que se parece, peligrosamente, a la obsesión).

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mis hijos, sin dudas. Jugando juntos en el parque. O caminando por la calle, yo un poco atrás de ellos. Los veo de espaldas, el más chico llevándole la mochila al más grande, como hacen siempre cuando vuelven de la escuela.

T. M.