Esta es la segunda parte de un libro que ya celebramos en su momento (noviembre, 2009), titulado Fragmentos de un cuaderno manchado de vino, con edición de David Stephen Calonne y traducción de Eduardo Iriarte. Si en aquella ocasión se reunían todos los «Relatos y ensayos inéditos (1944-1990)» de Charles Bukowski, ahora, con los mismos protagonistas detrás de esta edición, es el turno de otra etapa superpuesta, 1946-1992. Dos volúmenes similares, rotundos, pero también extraordinarios. Aquí hay dureza, entretenimiento, seria reflexión enmascarada en un tono relajado y raudales de sinceridad y cómica grosería llenan todos estos textos del escritor «underground» por excelencia.
Más o menos a mitad de esas cifras citadas, en el año 1969, Bukowski vive un punto de inflexión: el editor John Martin, de Black Sparrow Press, decide ayudarle económicamente para que se dedique íntegramente a la literatura; es entonces cuando el escritor acaba su primera novela, Cartero (hasta entonces su único trabajo estable conocido había sido en una oficina de correos), y empieza a hacerse popular gracias a su serie de «Escritos de un viejo indecente», de los que hay aquí siete ejemplos, siempre con un toque pornográfico decadente y divertido. En cualquier caso, no hay diferencia entre el Bukowski de la primera época, en la que solía recibir rechazos de las revistas y editoriales y malvivía como buenamente podía en cuchitriles de mala muerte, y el segundo, ya como una estrella de recitales en diferentes universidades o locales alternativos, de lo cual también el lector podrá dar cuenta en el libro gracias a unas crónicas desternillantes.
La entrega a la literatura para el autor de La máquina de follar es siempre la misma, parte de sus vivencias más cotidianas y miserables, y, estimulado por ellas, mantiene una intensidad literaria constante tanto en sus inicios como en sus años últimos: «Los dioses se portaron bien conmigo. Me tuvieron jodido. Me obligaron a vivir la vida. Me resultaba muy difícil salir de un matadero o una fábrica y volver a casa y escribir un poema que no me saliera plenamente del corazón. Y mucha gente escribe poemas que no le salen directamente del corazón», escribe precisamente en «Maltrata a sus mujeres». Calonne dice que estas frases constituyen la mejor poética de Bukowski, y lleva razón. Esa vida de alcoholismo extremo, mujeres de ínfima extracción social que le dan tanto placer como quebraderos de cabeza y vecinos dementes colman su sed de libertad, de degustar lo «freak», de disponer de materia real que novelar.
Publicado en La Razón, 12-I-2012