La muerte de Emili Teixidor i
Viladecàs, a los setenta y ocho años, llega dos después de que la película
basada en su novela «Pa negre» (2003) acumulara candidaturas, galardones y un
sinfín de espectadores. La cinta de Agustí Villaronga, rodada en catalán,
popularizó una obra que había obtenido los premios Lletra d'Or, el Joan
Crexells y el Nacional de Literatura de la Generalitat de Cataluña, en una
clara muestra del amplio reconocimiento del que disfrutaba el autor de Roda de
Ter, tierra que también vio nacer al militar Francesc Macià, a finales del
siglo XVII, y al poeta Miquel Martí i Pol.
Allí había empezado sus días Teixidor,
el 22 de diciembre de 1933. De joven, se decantaría por estudiar Derecho, Filosofía
y Letras y Periodismo, pero su vena literaria lo acabaría impulsando a
consagrarse a la literatura después de dedicarse a la pedagogía y también al
mundo editorial en torno al público más joven. Pues es en esto último donde
sobresalió enormemente. Ya en 1967 triunfó, siempre primero publicando en
catalán, con «Las ratas enfermas» (premio Joaquim Ruyra de Narrativa Juvenil),
y luego con «El pájaro de fuego» (1969). Los más pequeños, por su parte,
conocieron a su personaje de la hormiga Piga, que protagonizó diversas
aventuras, como «La amiga más amiga de la hormiga Piga» (1997, Premio Nacional
de Literatura Infantil y Juvenil) o «La vuelta al mundo de la hormiga Piga»
(2002).
Ya en clave literaria adulta,
Teixidor siguió gozando de parabienes desde el comienzo de su andadura, con
títulos como «Sic transit Gloria Swanson» (1979, premio Serra d'Or) y «Retrato
de un asesino de pájaros» (1988), dos novelas que también se asomaban, a partir
de algunos elementos narrativos, por el guión de la película «Pan negro». En un
texto titulado «Quién soy y por qué escribo», el ganador también del premio
Sant Jordi por «El libro de las moscas» (1998) y habitual de la televisión
catalana, habló de cómo en la literatura se pueden alcanzar los deseos
expresados por las situaciones o personajes que se van concibiendo; y concluía:
«Es seguramente lo único que puede mantenernos esperanzados y con fuerzas en
los años difíciles, si no lo único que puede mantenernos vivos de verdad».
Ahora, tras su desaparición, será su literatura lo que lo mantendrá vivo entre
muchos lectores que encontraron en su novela «Los invitados» (2010) la última
de sus historias.
Publicado en La Razón, 20-VI-2012