Aquella mañana
descubrí a John Singer Sargent (1856-1925), americano de ascendencia italiana,
aunque el quisquilloso Henry James dudaba de su nacionalidad. Pinturas sobre
Capri. “The Daughters of Edward Darley Boit”, verdaderamente inquietante, con
una gran influencia de “Las Meninas”. Muy curioso “An Artist in His Studio”. Al
lado, pinturas sencillas del paisaje marino o humano de Winslow Homer. De los
impresionistas me agradó Childe Hassam, autor de “Charles River and Beacon Hill”.
Y precioso “Boston Common at
Twilight”: “Hassam believed that artists should paint their own time and
surroundings”.
Luego, pasé
delante de una maravillosa escultura de Doré, “Maenads in a Wood”, con Orfeo
ausente (1879), y qué increíble el bodegón de Jan Jansz “Breakfast Still Life
with Glass and Metalwork” (1637). Y la sala sublime con Degas, Monet, Manet,
Millet… Van Gogh también, y Renoir, más el mejor cuadro de Turner, “Slave Ship”
(1840), según John Ruskin. Varias salas, pues, de arte europeo, muy variada:
surrealistas; renacimiento español e italiano, una sala gigantesca con Zurbarán
y El Greco. Entonces, en la, por así decirlo, rotonda que era punto de entrada
y salida de varias salas, con las escaleras en medio, la gran sorpresa: el
retrato de Góngora, de Velázquez, 1622, procedente de la Maria Antoinette Evans
Fund en 1932. El famoso rostro severo, algo retador, irascible.