jueves, 5 de julio de 2012

Letras españolas con orejas de burro


El título del último libro de José Ángel Mañas (Madrid, 1971) puede resultar provocador, «La literatura explicada a los asnos» (editorial Ariel), pero en realidad tiene un trasfondo culturalista. El autor de «Historias del Kronen», a la hora de escribirlo, tenía muy presente el ejemplo de Bertold Brecht: «Walter Benjamin, que era amigo suyo, contaba en alguna parte que Brecth tenía en su despacho, junto a su escritorio, un borrico de madera con un cartelito que decía “hasta yo debo de entenderlo”. De ahí el título, que lo que quiere decir es “la literatura explicada de tal manera que todo el mundo lo pueda entender», afirma el narrador en declaraciones a este periódico. Y para completar la idea, al abrir el libro tenemos una cita del «Platero y yo» de Juan Ramón Jiménez, «donde se sugiere que los asnos pudieran ser, más que los ignorantes, los señores que se dedican a escribir diccionarios, lo que le daría un nuevo matiz al título con el que estaría bastante de acuerdo. Si hay que solidarizarse con alguien, me solidarizo, por supuesto, con los asnos. Faltaría más».
            En este sentido, cualquier lector interesado reparará en cómo Mañas ve más lógico que nuestro libro nacional tendría que ser «El Lazarillo de Tormes» antes que «El Quijote». La novela picaresca aún de autor desconocido, de apenas cien páginas, conecta con más afinidad con nuestro mundo actual: «La sicología de este joven que va pasando de amo en amo y apañándoselas como buenamente puede para sobrevivir en el siglo XVI español me parece mucho más cercana al mundo contemporáneo, mucho más inteligible y me atrevo a decir que mucho más característicamente española que el idealismo incorregible de un señor de Quijana que ve gigantes allí donde hay molinos».
Así las cosas, Mañas ha procurado «que el lector reaccione, hacerle pensar. Bajar a los clásicos de su pedestal para hacerlos más cercanos pero para que puedan llegar a comunicar con nosotros, eso sí, sin faltarles en ningún momento al respeto. Ningún texto malo soporta el escrutinio universal tanto tiempo». El narrador, además, también aborda el presente literario, dedicándole un apartado a la posmodernidad, siempre pensando en que las grandes obras siempre son contemporáneas de espíritu, mezcla de muchos estilos: «Algunos de los rasgos que uno asocia con la posmodernidad artística –el pastiche, la recuperación juguetona de estilos artísticos pasados, la hibridación de géneros, la difuminación de las fronteras entre la serie A y la serie B artística o la libertad artística absoluta– no son nada nuevo».
Y es que, siguiendo las palabras del Eclesiastés, nunca hay nada nuevo bajo el sol, y de entre el pasado, tiene claro con qué obras se quedaría: «Coplas a la muerte de su padre», «La Celestina», «Lazarillo», los aforismos de Gracián, «Fortunata y Jacinta», «La Regenta», las memorias de Baroja, «Platero y yo», el teatro de Jardiel Poncela, los cuentos completos de Aldecoa, los artículos de Camba, los ensayos de D’Ors, los viajes de Cela, los diarios de Trapiello... Todo un canon para atraer la atención urgente de los jóvenes y no tan jóvenes. 

Publicado en La Razón, 28-VI-2012