jueves, 7 de marzo de 2013

El delincuente inglés


La obra cumbre de Alan Sillitoe (1928-2010) será por siempre un relato de sesenta y cinco páginas de título sublime, “La soledad del corredor de fondo”. Lo es por la época y lugar que recrea, la Inglaterra del desempleo y la pobreza de los años cincuenta, pero que podría ser la de cualquier suburbio actual, y porque aborda un tema universal e imperecedero: “la insatisfacción y el enojo del adolescente de clase obrera”, como dice en la introducción Kiko Amat. Es este, en efecto, “su escrito más brutal, hermoso y emocionante”. En él, vemos a un delincuente que ha entrado en un reformatorio de Essex y al que destinan a las carreras de fondo viendo que tiene grandes aptitudes físicas. La esperanza del director del centro es que gane una importante copa nacional, pero la rebeldía del joven, que desprecia todo lo establecido, será la verdadera vencedora.

El ambiente airado que Sillitoe retrata en el cuento conecta con el de su primera novela (también en la editorial Impedimenta), la atractiva pero irregular “Sábado por la noche y domingo por la mañana” (1958), y con el resto de relatos (traducidos por Mercedes Cebrián) que acompañan “La soledad…”, donde un profesor, un hombre separado o un viejo que se encariña de unas niñas sucumben ante su aciago destino: el de un entorno social que coarta sus vidas de la forma más deprimente.

Publicado en La Razón, 7-III-2013