En 1972, Truman Capote publicó un original
texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló
«Autorretrato» (en Los perros
ladran, Anagrama, 1999), y en él el escritor estadounidense se
entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas
que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan Francisco Ferré.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sin dudarlo, Nueva York, donde hay de todo lo que me gusta en abundancia y variedad. Además, es una ciudad en la que uno puede ser lo que le dé la gana de la mañana a la noche. O mejor, pasar por escritor por la mañana, por artista por la tarde y músico y hasta proxeneta por la noche sin que nadie lo ponga en duda o perciba la más mínima incongruencia entre todas esas máscaras mundanas.
¿Prefiere
los animales a la gente?
No, aunque para mí todos somos animales
de distinto pelaje, los animales dotados de lenguaje articulado tienen todas
mis simpatías y me suscitan afectos de inmediato. Al resto de animales, con o
sin jaulas o acuarios, por mucho que me gusten y hasta fascinen, siempre los
veo como absolutos extraños. Es una sensación de inquietud parecida a la que
experimenta el personaje de “Axolotl” de Cortázar. Los animales son seres parlantes
encerrados por una maldición ancestral en un cáscara inexpresiva, un
exoesqueleto que bloquea su acceso al lenguaje comunicativo. Mi última novela,
como sabes bien, trata de un animal político, animal y político, que es la
máxima expresión de lo animal, de lo bestial, en sus relaciones con la polis de
sus semejantes…
¿Es
usted cruel?
No, pero tampoco masoquista. Con lo que mi incapacidad
para infligir daño a otros de modo deliberado se complementa a la perfección
con mi intolerancia radical al daño infligido por otros. Por esto mismo, suelo
defenderme con agresividad de los ataques ajenos pero nunca soy el primero en
golpear. La crueldad, como la carencia o pobreza de lenguaje, me parecen
déficits psíquicos muy peligrosos. Dicho esto, también pienso que la bondad o
la caridad injustificadas encubren siempre intenciones aviesas y por algún lado
la persona bondadosa encubre un vínculo retorcido con la crueldad…
¿Tiene
muchos amigos?
Tengo muchos y variados amigos. O mejor, tengo personas
con las que me relaciono de muy distintos modos y a muy distintos niveles. De
todos modos, soy muy selectivo en cuanto a las personas que acceden a intimar
conmigo. Me interesa mucho la intensidad de las relaciones, más que la
extensión de los contactos, por lo que no suelo cultivar a quienes me
proporcionan un reconocimiento tibio o dan muestras de intenciones dudosas.
Facebook es una forma de promiscuidad sublimada en la que participo con gusto
aun a sabiendas de que las amistades virtuales en muy contadas excepciones
alcanzan algún grado de realidad. Sé que esto no importa mucho a la mayoría de
los usuarios, pero los límites de lo virtual no dejan de fastidiarme…
¿Qué
cualidades busca en sus amigos?
La inteligencia, la complicidad, el sentido del humor, la
ironía, la distancia, la camaradería ocasional, la gratuidad, la franqueza, la
devoción al placer…
¿Suelen
decepcionarle sus amigos?
Los que lo hacen dejan de serlo ipso facto. Cuando
conservo la amistad con alguien es que ha superado todas las pruebas y nuestra
relación resulta estimulante para ambas partes. Si no hay placer mutuo, si no
hay gozo en la presencia y la compañía o la conversación, prefiero la soledad,
es más exigente y menos expuesta.
¿Es
usted una persona sincera?
Demasiado, aunque para decir la verdad
muchas veces deba mentir. Forma parte del juego comunicativo entre humanos. Por
eso quizá la literatura, un arte hecho de franqueza y artificio a partes
iguales, me parezca la forma suprema de la comunicación humana…
¿Cómo
prefiere ocupar su tiempo libre?
La idea de tiempo libre me es perfectamente
ajena. Todo momento de mi vida, ya lo dedique a ver películas, a leer, a
escribir, a salir con gente, o a cualquier otra actividad considerada de ocio,
es para mí tan importante como la que dedico a escribir. No admito diferencias
más que de grado o de intensidad, pero no de concepto. Perder el tiempo no se
cuenta entre mis vicios reconocibles…
¿Qué
le da más miedo?
La muerte prematura y/o dolorosa, ya
sea la mía o la de algún ser querido. Cuando veo lo que la vida le hace a
algunas personas dudo seriamente de que debamos dedicarle la veneración que,
por optimismo o por ingenuidad, la especie propaga como creencia básica entre
sus miembros.
¿Qué
le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El orden del mundo, en general, y como a pesar de todos
los esfuerzos por corregir las cosas a lo largo de los últimos siglos las
mismas injusticias, desigualdades y agravios siguen vigentes sin que se pueda
hacer nada para remediarlo. El horror y la maldad se ocultan tras una fachada
que cambia a menudo con los reflejos de cada época para engañar a los más
inocentes, como un decorado tramposo. Cuando me siento abatido, tiendo a pensar
que el mundo es perfecto en su desastre. Cuando me siento exaltado, no suelo
pensar en nada, me dejo arrastrar por una fuerza vital que me supera. El
problema está en nosotros y en nuestro sistema de valores, no en el mundo. No
estamos bien programados para vivir en él…
Si
no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Todo lo contrario, sumergirme sin
límites en la promiscuidad del mundo. La vida creativa, como la llamas, obliga
a una frecuente soledad, por lo que sin ella viviría entregado a la compañía
perpetua de los otros.
¿Practica
algún tipo de ejercicio físico?
¿Hacer el amor sirve? Bromas aparte, no
demasiado. Me aburre bastante esa disciplina del cuerpo sometido al esfuerzo
infructuoso. Lo que más detesto de la sociedad en la que vivo es que el deporte
se ha vuelto el gran mito colectivo, como querían los nazis y los estalinistas.
A pesar de todo, hay más honestidad y valores genuinos en cualquier porno barato que
en la práctica, amateur o profesional, de cualquier deporte…
¿Sabe
cocinar?
Se me dan bien los platos menores, pero
no tengo paciencia ni habilidad para los grandes platos. Hubo una época remota en
que, para seducir amigas, me convertí en un artista consumado en la elaboración
de jugosas crêpes, pero me cansé de endulzar el paladar de mis convidadas con
empalagos baratos y ahora prefiero las bebidas duras y tonificantes.
Si
el Reader’s Digest le
encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a
quién elegiría?
Groucho Marx. O, si no, Nietzsche. Un
cómico y un filósofo, un judío y un ario, un humorista intrascendente y un
profeta megalómano. Entre esos dos extremos irónicos se mueven mi sensibilidad
e inteligencia.
¿Cuál
es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Como la publicidad, la esperanza es un concepto engañoso,
promete lo que sabe que nunca dará. El amor, en el sentido más carnal y menos
sentimental de la expresión, es la palabra que define todas las posibilidades
de estímulo e incitación que hacen deseable vivir y relacionarse con los otros.
El amor, el deseo, el placer fundan una ética digna para el individuo en su
proyección hacia el otro. Mucho más que el reconocimiento abstracto o el
respeto distante.
¿Y
la más peligrosa?
No sé. El odio tal vez. El desprecio. No
soy capaz de odiar pero creo que el odio que siente la gente es un poderoso
reactivador vital cuando se carece de amor. Mi idea de la vida es bastante
dialéctica o paradójica. No entiendo que se dé algo sin que, de inmediato, se
dé también su contrario. Como decía Michaux: cuanto más se expande la luz, más
se acrecienta la oscuridad.
¿Alguna
vez ha querido matar a alguien?
No. Mi instinto criminal debe de estar enterrado a mucha
profundidad bajo innumerables capas de instinto carnal.
¿Cuáles
son sus tendencias políticas?
Odio la estupidez de cualquier signo y la sumisión a los
dogmas, ya sean ideológicos o religiosos, y las restricciones a la libertad
individual tanto como la injusticia y la obediencia ciega a las consignas del
poder o los imperativos gregarios del rebaño, que a veces son lo mismo. Mi
sentido crítico me impide abrazar ninguna causa durante demasiado tiempo.
Si
pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un aventurero como Indiana Jones. Un
viajero y vividor como Casanova.
¿Cuáles
son sus vicios principales?
Fumo demasiado, hablo demasiado, bebo demasiado, deseo
demasiado.
¿Y
sus virtudes?
La principal para la supervivencia. Aceptar sin
dramatismo que los deseos excesivos no se acomodan siempre a la realidad de la
vida.
Imagine
que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían
por la cabeza?
Mientras me ahogo querría que se
proyectaran en la moviola del recuerdo todos los momentos de goce intenso que
he tenido la fortuna de vivir. De ese modo, abandonaría la vida con la plena
conciencia de que ha valido la pena vivir y, si se me diera la oportunidad,
querría volver a vivirla de nuevo, de principio a fin. El eterno retorno de
Nietzsche, que es mucho más que una fantasía y mucho menos que un mito, nos vuelve
exigentes hacia una vida que habremos de vivir infinidad de veces. Nadie
querría volver a vivir una existencia despreciable. Como toda creencia, esta es
una imposición artificial hecha en nombre de lo mejor.
T.
M.