A más de cincuenta años de su muerte, la figura del
historiador Jaume Vicens Vives muestra uno de sus periodos más interesantes: su
capital labor como humanista, fundador de editoriales, inspirador de ideas
democráticas en plena dictadura, profesor ejemplar para varias generaciones de
discípulos, hombre de bien y comprometido con su época sin politizarse, se
acrecienta a medida que su obra es revisada y puesta de nuevo en circulación.
Si sólo hace unos meses la editorial Acantilado recuperaba su trabajo “España
contemporánea (1814-1953)”, ahora, también al cuidado del gran especialista en
su obra Miquel Àngel Marín Gelabert, aparece el libro al que consagró su mirada
europea, muy significativamente en torno al “derrumbamiento de la paz” y las
guerras.
El Vicens Vives que tanto destacó como
medievalista, viene a decir Marín Gelabert en la “Presentación”, ha dado paso,
a ojos de los expertos, aunque tardíamente, en un modelo de contemporaneísmo.
De hecho, Vicens alcanzó una cátedra de Historia Moderna y Contemporánea,
aunque sus escritos en torno a este campo no tuvieran la debida acogida entre
sus colegas en su momento. Curiosamente, esta “La crisis del siglo XX”
permanecía inédita –se trataba de un encargo del Instituto Editorial Gallach,
para el que ya había colaborado en su “Historia general universal”– y
constituye, según el presentador, «una “cara b” de su pensamiento profesional y
cívico, desvelada por fin, que nos permite entender mejor al Vicens de la
segunda mitad de los cincuenta. Sin duda, el Vicens definitivo en todos los
sentidos».
Este Vicens definitivo que tantas horas dedicó a
estudiar la Corona de Aragón y los Reyes Católicos, el amigo de Josep Pla, el
amante del mar y el marido y padre volcado en su familia, el pensador
referencial para políticos como Jordi Pujol, el pionero de un catalanismo
integrador, el puente de comunicación entre ideólogos de varias esferas –entre
España y Cataluña– surgió del adolescente que se fue de casa a los dieciséis
años por desavenencias con su padrastro; el joven Jaume pronto tuvo que
buscarse la vida mediante empleos simples y una capacidad para el estudio
deslumbrante; una actitud emprendedora y esforzada que se vuelca en su obra,
interpretando como nadie su entorno histórico, quiero pensar, cerca,
espiritualmente hablando, del ideal de R. W. Emerson: el estudioso como lector
activo de la historia, en su caso, como el buscador de la verdad por medio de
los testimonios escritos, de los mapas, de la historiografía de su tiempo.
Encontrado en un archivo de la Universidad Pompeu
Fabra, este manuscrito del lejano pasado –concebido en los años cuarenta y cincuenta–,
que tiene plena vigencia documental en nuestro presente, está “repleto de
retoques y sembrado de correcciones, tachaduras y adiciones”, como explica
Marín. Y es que Vicens fue un profesor preocupado por el estilo, de tal modo
que la lectura de “La crisis del siglo XX” ofrece un análisis recto de cómo el
comunismo y el fascismo se desarrollaron hasta que la paz se convirtió en
guerra, hasta que la guerra distorsionó la vida de millones de individuos, pero
siempre mediante un estilo claro y contundente que no elude cierta gracia
literaria: “Amenazado en su existencia por entes cósmicos que no abarca ni
comprende, sujeto a los temores de una lucha política y social despiadada;
estrujado por unos progresos materiales que ora le hacen siervo de una máquina,
ora víctima de un nuevo y poderoso elemento de muerte; carente de fe en la
Providencia y en sí mismo; así se nos aparece el hombre de este siglo, y en
consecuencia, voluble, irracional, apasionado, inculto y bárbaro”, dice en las
“Generalidades” iniciales.
Vicens estructuró el libro en
cinco grandes bloques. En el primero, “El periodo intermedio. Fascismo,
democracia, comunismo”, se asoma al zarismo y a las acciones de Stalin, a
Hungría y Turquía, al advenimiento de Mussolini y Hitler, al declive de la República
francesa y la política de Inglaterra, con el añadido de una sección dedicada a
los papas de la época. Estas páginas constituyen la base para que luego
entendamos “las etapas hacia la guerra”: tensiones internacionales que implican
también las colonizaciones africanas, la Guerra Civil Española y la Segunda
Guerra Mundial. “La crisis seguía su marcha, esta vez de forma de violentísima
pelea a vida o muerte”, dice en la página 303, antes de abordar “la batalla de
Polonia”, y esa frase bien podría resumir el contenido de este libro, el
contenido de veinticinco años de un suicidio universal que destruyó el mundo
conocido.
Publicado en La Razón, 11-IV-2013