martes, 30 de abril de 2013

Realidad soñada


Hace unos días, con el pretexto de la concesión del Premio Nacional de Narrativa a Clara Usón, recuperé una reseña mía publicada hace pocos años en Mercurio. Ahora me voy más atrás en el tiempo para traer aquí otra crítica, en esta ocasión aparecida en La Razón en el 2001.

Con su primera novela, «Las noches de San Juan», Clara Usón (Barcelona, 1961) obtuvo el Premio Femenino Lumen 1998 recreando el ambiente de todo tipo de personajes marginales en las fiestas de San Juan en Ciutadella. En aquella ocasión, una mujer llamada Juani era la observadora torpe e ingenua de los festejos en Menorca mientras hacía volar sus sueños creando un mundo alternativo a su desagradable existencia. Pues bien, en su segunda obra narrativa Usón incide en este tono en cuanto al constante análisis de los sentimientos más recónditos de su protagonista, quien se nos aparece ocupando el argumento entero, tanto desde un presente lleno de mil y una dudas como de un pasado evocado a través de una interesante estructura que busca alternar ambos tiempos.

El centro de mira es la fantasiosa y acomplejada Laura, cuyo cínico sentido del humor va desarrollándose, de forma paralela y con una agilidad e imaginación desbordantes, a través de dos caminos: en los capítulos impares y en tercera persona nos transportará a una crucial temporada que pasó de niña en Córcega, mientras que en los pares se nos muestra cómo es ella en la actualidad —una barcelonesa de treinta y cinco años, asesora fiscal, de clase social más bien alta y amante de un hombre casado— a través de su propia voz, a menudo dirigida de modo delirante a su psicoanalista. Esta estructura, magníficamente resuelta, favorecerá que tanto los recuerdos de esa aventura infantil como el enredo en que consiste su vida presente se alimenten mutuamente, creando una fantástica atmósfera de memoria, sueño y pensamientos grotescos que engrandecen a cada paso la magnitud de la acción, retorcida y tragicómica a medida que vamos conociendo a Laura y su problema eterno: «la intrusión súbita de los sueños en la realidad» (pág. 185).

Por otro lado, esa elección doble de focalización narrativa retrasará un poco nuestra introducción en sendas historias, pero una vez dentro, será inevitable sumergirse en todas sus contradicciones, deseos y temores, viendo cómo el pasado no es inocente sino que regresa a nosotros para explicarnos qué somos. En suma, la idea del enigmático «primer vuelo» crece junto al lector que, inmerso en el mundo privado de esa mujer que en un momento dado reflexiona sobre dos clases de imaginación, la práctica y la tóxica, advierte que Laura sólo desea alcanzar la libertad que un día acarició, escapándosele de las manos siendo aquella niña que pasó unas extravagantes vacaciones en Francia hace ya mucho tiempo, muchos sueños incumplidos.