Dos profesores universitarios
españoles, Gerardo Piña, del neoyorquino Lehman College (CUNY), y Gonzalo
Navajas, de la californiana Irvine, analizan la situación del idioma español en
ambas costas de Estados Unidos. Uno y otro, además, han publicado este año
sendas novelas en la editorial madrileño-americana Verbum, mientras que Piña
acaba de preparar un libro pionero, una Antología de escritores españoles en
Estados Unidos (Academia Norteamericana de la Lengua Española).
En
número, el español es la segunda lengua hablada en Estados Unidos, ¿pero cuál
su presencia en la vida cotidiana en el Oeste y el Este?
Gonzalo Navajas: El español es un caso
singular dentro de la historia americana: durante siglos fue la lengua de
amplias zonas del país, desde California a Texas y Luisiana. No ha sido nunca
una lengua minoritaria más de las muchas que se hablan en el país, por ejemplo,
el alemán o italiano en el pasado y el vietnamita o coreano en la actualidad,
sino que ha sido siempre parte de la vida social americana; en el oeste del
país se ha hablado cotidianamente, sobre todo entre los segmentos populares,
gracias a que en las últimas dos décadas se ha producido una gran explosión
demográfica de la población de habla hispana. Hay en la actualidad unos
cuarenta millones de hablantes del español en Estados Unidos y su peso
económico, cultural e incluso político es creciente, con lo que la visibilidad
del español en la vida diaria aquí es creciente. Siempre se dice que Los
Angeles, por su población mexicana, es la segunda ciudad de México, por delante
incluso de Monterrey y Guadalajara. San Diego tiene también una población
latina enorme, y lo mismo puede decirse de numerosas otras ciudades y condados
de toda California, Arizona, Nuevo México y Texas.
Gerardo Piña: Cuando hablamos de la
costa Este de Estados Unidos hay que tener en cuenta que nos referimos a una
vasta y variopinta región que incluye Nueva Inglaterra y la totalidad del
litoral atlántico hasta el extremo sur de la Florida. Si hablamos de la Florida
–particularmente en Miami– y de Nueva York –con sus zonas limítrofes–, la
presencia del español y su uso en la vida cotidiana resulta evidente. Ahora
bien, en la Florida prima el habla cubana, aunque también hay ya gente de toda
la América Latina, por cuanto Miami es hoy centro comercial y financiero
de importancia mundial. Nueva York y sus alrededores están poblados hoy día por
cientos de miles (cuando no millones) de puertorriqueños, dominicanos y
en, menor cantidad, emigrados de toda Hispanoamérica.
¿Se ha estudiado el bilingüismo de forma
acertada allí?; ¿es algo que crea problemas o se vive con fluidez y
naturalidad?
G. N.: El bilingüismo se vive en
fases alternantes de comprensión y apertura junto a fases de mayor tensión. El
caso de California puede ser ilustrativo: el segmento hispano de su población
–el estado tiene 38 millones de habitantes– está próximo a ser mayoritario si
no lo es ya. Esta situación ha producido reacciones defensivas. Durante años,
en numerosas escuelas había programas bilingües que propagaban el uso conjunto
del inglés y el español. Luego, hubo un movimiento hostil a esta situación. Los
oponentes argüían que ello obstaculizaba la integración de los niños hispanos
en el mainstream americano. No era
así ni mucho menos, pero se utilizó el miedo y la “amenaza latina” para aprobar
en votación la supresión efectiva de estos programas.
G. P.: El bilingüismo, que ha sido
estudiado desde todos los ángulos posibles por parte de muchos lingüistas, no
es igual en todas partes ni en todos los estamentos sociales. Entre las
personas bilingües se dan tres tipos: están los diglósicos, capaces de usar
perfectamente una u otra lengua según el contexto; los bilingües que hablan las dos lenguas,
pero que sólo dominan el nivel escrito de una de ellas, normalmente el inglés; y
los bilingües pasivos, los que dominan el nivel comprensivo de
la lengua, pero no el oral.
¿Cuáles
son los rasgos del español que se habla en ambas costas?
G. N.: El español es, en gran parte, la
lengua de la inmigración hispana a Estados Unidos y refleja por tanto el origen
nacional de los inmigrantes, que traen consigo la variante léxica y fonética de
su país. Cuando se produce el contacto constante de dos
comunidades lingüísticas y culturales, es natural que se produzcan intercambios
entre ellas. El español de Estados Unidos se ve influido por el inglés en
vocablos y expresiones, y palabras como “carro” por coche, “elevador” por
ascensor, “marqueta” por mercado, se usan de manera intercambiada con los
términos habituales en español. El lenguaje no es un instrumento inerte sino
que es un cuerpo vivo y en evolución que crece, se desarrolla y se transforma.
Por otra parte, el intercambio entre el español y el inglés no es
unidireccional: el inglés recibe también influencias del español que se
reflejan en un número considerable de vocablos procedentes del español.
G. P.: Si en la costa Oeste predomina el español chicano, en
el Este el español suele ser caribeño, predominantemente puertorriqueño y
dominicano, en Nueva York, cubano, y centroamericano en la Florida. En el
español de esta zona son frecuentes los préstamos de una palabra, la
transferencia de formas con sus significados: “mapear” (de to mop), por
trapear o fregar; “rufo” (de roof), por techo, etc. También se dan los calcos; éstos pueden ser de una palabra: “moverse”
incorpora el significado del inglés to
move (mudarse de casa), atender de to attend (asistir), más
los que involucran más de una palabra sin alternar rasgos semánticos o
sintácticos del español: máquina de
contestar es answering
machine (contestador automático).
Otro fenómeno es la llamada alternancia
de códigos (code-switching), que es el uso del inglés y el español por el mismo hablante
dentro de un turno de habla. En general, en los hispanohablantes más jóvenes se
nota una tendencia a la simplificación sintáctica.
Y
el escritor de procedencia hispana, ¿cómo puede divulgar su literatura?
G. N.: La situación es problemática. Por
ejemplo, yo he publicado mis libros en español fuera de Estados Unidos, pues
aquí la distribución es más difícil que en otros países. La opción del escritor
en español en Estados Unidos es limitada y no es de ámbito nacional, sino que
está concentrada en grandes centros urbanos como Los Angeles, Nueva York,
Chicago o Miami. Hay mucho camino que recorrer en este sentido. Con todo, el
número de escritores y ensayistas hispanos es amplio y de alto nivel.
G. P.: Tanto en Miami como en Nueva York
abundan las revistas literarias, como la magnífica Ventana Abierta, de California. También publican por estos pagos
escritores del resto del país, por ejemplo en Cuadernos de ALDEEU, la revista de la Asociación de Licenciados y
Doctores Españoles en los Estados Unidos. Esto no significa que el escritor de
lengua española encuentre con facilidad editoriales donde publicar sus obras.
No disponemos, como en el Oeste, de editoriales de la envergadura de Arte
Público Press. En Miami, está la Editorial Universal, pero publica casi
exclusivamente a escritores cubanos.
¿Esta
literatura aborda asuntos realistas, contemporáneos, en la que se ofrece una
imagen del problema étnico del hispano o son otros los temas que se suelen
tocar alejándose así de la situación sociopolítica?
G. N.: La literatura chicana es
probablemente la que aborda con más realismo y propósito documental la
situación social del mexicano-americano. Los temas son la explotación, el
desarraigo, los enfrentamientos con la policía de fronteras, el acoso policial,
etc. Es una literatura combativa que denuncia situaciones amargas e injustas;
tiende a ser bilingüe y ocupa un espacio limitado pero significativo para la
concienciación de la sociedad americana opulenta a la discriminación y el
abuso.
G. P.: Es
una pregunta muy compleja, porque esa literatura en español es enjundiosa y
variopinta, y, a veces, inclasificable. Me refiero, por ejemplo, a los que
siendo de origen hispano prefieren escribir en inglés. En la mayoría de los
casos, son personas que han nacido en los Estados Unidos o que llegaron aquí de
muy pequeños; hablan español y se denominan hispanos o latinos, pero la lengua
que usan a la hora de escribir es el inglés. La temática es igualmente
compleja. En poesía hay de todo y para todos los gustos: desde el intimismo
neorromántico tradicional hasta la poesía bilingüe de los neoyorriqueños, que
acusa una gran preocupación social. En la narrativa ocurre algo similar: desde
las novelas de factura tradicional, realista, hasta las más experimentales. Y,
claro está, en muchas de estas obras se refleja la realidad circundante.
¿Algún
pronóstico sobre el uso futuro del español en los Estados Unidos? ¿Seguirá
abriéndose paso, cobrando mayor importancia cultural y literaria?
G. N.: Pienso que el español en Estados Unidos
seguirá incrementado su importancia por dos razones fundamentales: la población
hispana va a seguir en aumento de manera exponencial hasta llegar en el año
2020 a los sesenta millones de habitantes. Es decir, los habitantes hispanos de
Estados Unidos serán un país grande dentro de un país muy grande. El otro
factor es igualmente significativo: el nivel educativo de esta población está
en aumento y, con él, su inserción en la vida política y cultural.
G. P.: Lo importante no es que seamos
tantos o cuantos, es decir, que nos cuenten; lo importante es que contemos,
para lo cual tendremos que aunar nuestros esfuerzos, supeditando los gárrulos
chovinismos particulares a una política amplia, universalista, que abarque a
todos los grupos hispanos del país. El uso del español en el Este, como en el resto de
Estados Unidos, se irá incrementando. Y la calidad de ese español dependerá del
acceso que tengan a la educación las nuevas olas de emigrantes. ¿Se podrá
hablar algún día del español de Estados Unidos? Yo creo que sí. Y ese español,
claro está, será una variante más, ni mejor ni peor, de las tantas que ofrece
nuestra lengua.
Publicado en Letras Libres (mayo, 2008)