En 1972, Truman Capote publicó un
original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló
«Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Kiko Amat.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Depende
de la edad. En mis años mozos me iban las grandes urbes efervescentes con mucho
rock’n’roll (Londres o Madrid), y por ello fui condenado a criarme en Sant Boi.
A los cincuenta me irá bien exiliarme un pueblecito cualquiera del Empordà.
Bueno, uno cualquiera no: uno de muy particular. Y hoy por hoy ya me va bien
vivir en Barcelona, exactamente en la zona donde vivo y haciendo lo que hago.
¿Prefiere los animales a la gente?
En
absoluto. Me la traen floja los animales (aunque nunca les haría daño
conscientemente, ojo).
¿Es usted cruel?
Digamos
que no soy un ser benigno, y que algunos de mis impulsos y pecados no son del
todo inofensivos. Pero los reconozco y trato de combatirlos, eso que quede
claro, cada vez que afloran a la superficie.
¿Tiene muchos amigos?
No.
Un puñado de fieles, por antigüedad, sentido del humor y cicatrices comunes (algunas
desde los diecisiete). Pero hay mucha otra gente que me gusta e inspira y con
la que me agrada pasar el tiempo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad,
capacidad de reírse de uno mismo, no-pomposidad, sencillez, sentido del humor y
entusiasmo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
Más bien lo contrario. El que decepciono a la peña soy yo, y bien que lo
lamento.
¿Es usted una persona sincera?
¿Es usted una persona sincera?
De
adolescente fui un mentiroso compulsivo, y no sé si me curé del todo de esa
particular dolencia. En mis disciplinas (escribiendo) trato de ser lo más
honesto posible. En el día a día (y si no me fijo) soy capaz de soltar unas
trolas auténticamente espectaculares, y por ninguna razón aparente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con
mi mujer e hijos, siempre. En bodegas o barbacoas con mi familia y amigos.
Leyendo en mi sofá, solo. Leyendo en una terraza. Viendo música pop en directo.
Hace diez años también bailando, pero lo dejé (y lo echo de menos, en cierto
modo).
¿Qué le da más miedo?
Que
mis hijos sufran algún daño o sean infelices.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La
falta de estándares morales. La gente que se vende al mejor postor. La falta de
vergüenza de nuestras “élites”. La publicidad, en general.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Lo
que estaba destinado a hacer: desempeñar un empleo de mierda, y luego
enriquecer mi alma y curar mis heridas espirituales a base de un montón de
libros, discos y amigos. Lo que hace la mayoría de gente que conozco, en
resumen.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Pasear,
si es que eso cuenta como ejercicio. Pasear a paso rápido en dirección al
Tibidabo.
¿Sabe cocinar?
¿Sabe cocinar?
Sí,
bastante dignamente, pero solo cerdadas: estofados grasientísimos de rabo de
buey, de sepia, caldos de Navidad, pollo al ajillo, roastbeef, trucha rellena
al horno, conejo en tomate, menudillos en salsa, lengua a la mostaza...
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
John Fante,
Alison Statton, Bill Withers, Wreckless Eric, Nelson Algren, Vic Godard, Kevin
Rowland, Ray Davies... Tengo muchos
héroes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Aunque
suene a canción protesta de los 70’s: paz. Paz y amor, que sí, aunque suene
hippie.
¿Y la más peligrosa?
Beneficios.
Venta. Inversión. Y muy especialmente: Precio. Todas esas obscenas palabras
económicas.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
A diario.
Pero insisto: conozco a mi pasajero oscuro y sé cómo mantenerle a raya, que
nadie tema. Además, soy un tirillas: no podría dañar ni a una mosca. Gracias a
Dios que la providencia no me hizo mazas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Extrema
izquierda atemperada con un montón de pereza y servida con bastante
cachondeíto, chistes verdes/guarros y falta de solemnidad. Algo de
socialdemocracia, versión norteuropea, en cuanto a servicios y asistencia
médica, educación, etc. Una pizca de “matemos a todos esos hijos de puta”, si
estoy viendo la televisión en el momento en que me hacen esta pregunta.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
“The man in the
corner shop”. Bueno, si la shop fuese una tienda
de discos o libros. Me encanta la vida de tendero, y en el pasado he sido muy
feliz levantándome por la mañana y abriendo esa o aquella tienda.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La
bebida, hasta cierto punto. Los aperitivos muy engordantes. El jamón. La compra
de discos. El denostar y jurar con palabras terribles.
¿Y sus virtudes?
El
entusiasmo. La lealtad. El optimismo a prueba de bombas. El buen humor. El
sentido del humor. La capacidad de reírme de mí mismo. Y sobre todo: la
capacidad de cambiar de idea, si alguien es capaz de convencerme con palabras
sensatas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mis
dos hijos. Cómo voy a echarles de menos, ahora que se me traga el proceloso
mar. Ese tipo de cosas.
T. M.