El azar, la
aventura, el amor. Y también la tradición oral, las viejas genealogías. He aquí
los ingredientes de este gran tomo de la siempre voluminosa narrativa de Thomas
Hardy que hará las delicias del admirador de sus novelas –“Lejos del mundanal
ruido”, “El alcalde de Casterbridge”, “Jude el oscuro”…– y conquistará al que
no haya conectado con el autor si cayó en sus manos alguna de sus historias
menos logradas, caso de “Los habitantes del bosque”, publicada hace unos meses
por la editorial Impedimenta. El quinteto de traductores de este casi millar de
páginas, en el que destaca Catalina Martínez Muñoz, responsable de la mayoría
de textos, ofrece en su conjunto no una mera recopilación de cuentos, sino una
edición más especial si cabe.
Y es que el
volumen no se limita a reunir los cuatro libros de cuentos que Hardy publicó en
vida, sino que añade cuatro relatos más que sólo se publicaron en revistas, con
el aliciente además de ver incluida la revisión que de casi todos ellos hiciera
el autor en 1912. Se trata de algo digno de remarcar por cuanto Hardy reflexiona
sobre lo publicado, mueve cuentos de su lugar original e incluso se lanza a
proponer algún final distinto, hasta tal punto llegó su compromiso con sus
personajes.
Cuando publicó
“Cuentos de Wessex” (1888), ya el inglés presentaba una madurez literaria plena,
por lo que desde su primer texto, el formidable “Los tres desconocidos”, se
aprecia una línea de calidad e intensidad que hace de la colección un todo
coherente que pone el acento, sobre todo, en la humanidad de sus protagonistas:
en sus sentimientos, cambiantes, presos de las casualidades del destino y del afecto.
Por ejemplo en “Un grupo de nobles damas” (1891), diez historias de mujeres
atrevidas, apasionadas, que desafían lo establecido. Y siempre cerca de ellas,
caballeros enamorados, pacientes o atribulados, esperando su oportunidad.
Publicado en La Razón, 30-V-2013