Quien más quien menos, ha tenido cerca algún día
alguna obra de Stephen King (Portland, Maine, 1947). Por lo común, gracias al
cine, que tantas novelas suyas ha popularizado: desde “Carrie” (1976) hasta la
adaptación de la misma novela este mismo año, protagonizada por Julianne Moore,
y que se estrenará en España en octubre, pasando por «El resplandor», «La zona
muerta», «Cuenta conmigo», «La milla verde»... Así hasta una cuarentena de
films, a los que cabe añadir una veintena de series y miniseries televisivas, y
un par de docenas de adaptaciones al cómic. Toda una monumental obra, erigida a
partir de tramas de terror, que le valieron en el año 2003 el reconocimiento de
la Fundación Nacional del Libro, que le concedió el National Book Award
honorario por su “contribución a las letras estadounidenses”.
La noticia de este premio indignó a parte de la
crítica, muy señaladamente Harold Bloom, profesor decano de la Universidad de
Yale, que denunció el hecho de que la industria editorial se hubiera rebajado a
dar un galardón que antes habían recibido escritores de la talla artística de
Saul Bellow, Philiph Roth y Arthur Miller. La polémica estaba servida: ¿los
libros de género tenían que ser considerados menores?; ¿la alta cultura no
podía convivir con la literatura popular? En vista del número de lectores de
los que King disfruta y de la admiración que le profesan muchos colegas
narradores de relumbre, se diría que los hechos han dado la razón al autor de
«Misery».
Tanto es así que cada una de sus obras siempre despierta
expectación. La última es “Joyland”, segunda participación de King en un sello
editorial reciente, Hard Case Crime, que ha visto la luz en Estados Unidos con
tres características remarcables: el hecho de que su portada sea creación de un
insigne ilustrador, Robert McGinnis (1926) –creador de pósteres de películas
como “Desayuno en Tiffanys”, “Barbarella” o varias de James Bond; un precio muy
asequible; y que se publique en papel y audiolibro pero no en libro electrónico
por ahora. Lo cual es harto curioso para un pionero como King en Internet. Del
año 2000 es su experimento con una novela epistolar por entregas, “The Plant”,
inacabada, que dio a la Red en formato electrónico y cuya permanencia estaba
basada en alcanzar cierto porcentaje de suscripciones. Sin embargo,
King, recientemente, ha declarado que creció de niño leyendo en papel y que
quien quiera leer “Joyland” tendrá que comprar el libro actual.
La historia presenta a un escritor veterano
recordando un verano muy especial que marcó su paso de la juventud a la
madurez. Así, Devin Jones rememora el lejano 1973, su desamor con una chica,
Wendy, con la que no logró perder la virginidad y el modo en que entró a trabajar
en un parque de atracciones de Carolina del Norte en el que ocurrió un
asesinato: un hombre mató a una chica llamada Linda Gray en la oscura Casa
Embrujada, dentro de una vagoneta, y desde entonces la leyenda dice que esa
atracción está encantada. Como le cuenta al joven la casera que lo hospeda, la
señora Shoplaw: “Lo único que sé es que muchos trabajadores de Joyland afirman
que se les ha aparecido junto a la vía, con la misma ropa que llevaba puesta
cuando la encontraron: blusa sin mangas y falda azules”. El presunto criminal:
un hombre con el tatuaje de un pájaro en el dorso de la mano, perilla y gorra
de béisbol. Devin se moverá entre feriantes expertos en el negocio y otros
compañeros con los que debe entretener a los niños, disfrazado con unas pieles,
acalorado hasta el extremo, y averiguará qué pasó, quién y cómo cometió el
crimen, a partir de algunas fotografías que le hacen sospechar.
Todo el libro es un homenaje al mundo de las ferias,
al hecho de “vender diversión”: “A cambio de los dólares que con tanto esfuerzo
han ganado sus clientes, ustedes repartirán alegría”, dice Bradley Easterbrook,
el dueño de Joyland cuando recibe a sus nuevos trabajadores. Incluso King
justifica, en una nota final, el empleo de la jerga que ha usado para la obra,
sacada de un diccionario, y cuya importancia encarna el propio dueño: “Este es
un mundo diferente, un mundo que posee sus propias costumbres y su propio
lenguaje, que nosotros llamamos simplemente el Habla”. Un “habla”, todo hay que
decirlo, despreciativa, pues consiste en llamar “paletos” a los clientes, por
ejemplo.
King acabó de escribir “Joyland” en agosto de 2012
–Tate Taylor, director de “Criadas y señoras”, es el elegido para dirigir su
adaptación al cine–, y enseguida continuó trabajando con su habitual
constancia. En su mansión de la localidad de Sarasota, en Florida, en la que
pasa los inviernos junto a su mujer, la también escritora Tabitha Spruce
(tienen tres hijos; Joe, el segundo, publicó una novela en España, “El traje
del muerto”), se embarcó en un nuevo proyecto. Se trata de “Doctor Sleep”,
secuela de “El resplandor” que aparecerá en otoño y que, según el propio autor,
constituirá un retorno al terror más fuerte, el que le hizo célebre hace casi
treinta años y aún despierta fascinación y miedo a partes iguales.
Publicado en LaRazón, 11-VI-2013