Raro entre los raros, Alasdair Gray resulta inimitable, excepcional por
completo. El lector español ya pudo conocer dos de sus obras, publicadas por
Anagrama en los años noventa, “¡Pobres criaturas!” y “Vestida de cuero”, esta
traducida por Marcelo Cohen, que ahora también se encarga de “Historias
inverosímiles, en general”. Las cuales se añaden a la reciente aparición de la
novela más celebrada del autor, la extensísima “Lanark. Una vida en cuatro
libros” (1981), en Marbot Ediciones, sobre la que él mismo dijo haber consumido
treinta años de trabajo –aunque su preferida es la pornográfica “1982,
Janine”–, e incluso a una exposición en Barcelona de sus dibujos estos días.
Las iniciales breves historias de un chico con una estrella, una
conversación de un hombre con el Sol, en forma de mujer acomplejada por sus
manchas, u otro individuo que se parte por la mitad hasta desdoblarse en dos
cuerpos idénticos, están entre lo más ingenioso de un libro que presenta
también relatos largos, con estructuras originales en las que se juega mucho con
la composición textual y los elementos tipográficos. El libro entero es un
dechado de imaginación gráfica: animales, retratos, desnudos. El estilo
artístico de Gray es antiguo y moderno a la vez, parece que haya sido tan
influido por Piranesi como por la psicodelia y el cómic. En cuanto a lo
meramente literario, todos los temas están tratados desde el absurdo fantástico
y la erudición bromista: el poder, la historia o el amor, todo es susceptible
de cuestionamiento o asombro.
Publicado en La Razón, 4-VII-2013