martes, 18 de febrero de 2014

Entrevista capotiana a Mercedes Pinto

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mercedes Pinto.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Cualquiera que tuviera un gran lago y bosque a su alrededor.
¿Prefiere los animales a la gente?
La gente, claro, casi siempre.
¿Es usted cruel?
Ufff… Lo soy en potencia, como cualquier ser humano, y no dudo de que si preguntaras a las personas que han pasado por mi vida te contarían momentos en los que lo fui con ellos. Pero, por supuesto, intento no serlo y empatizar todo lo posible con mis semejantes.
¿Tiene muchos amigos?
No, puedo contarlos con los dedos de una mano, siquiera tengo muchos conocidos, sin contar los de las redes sociales. Creo que este oficio no deja mucho margen para compartir con los amigos. De hecho pienso que el artista tiene que obsesionarse con su obra para que esta esté impregnada de su espíritu; es imprescindible la soledad y el silencio.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sobre todo, que respeten mi tiempo y mi espacio, que sepan esperar el momento.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Ahora que lo preguntas, sí, he sufrido alguna que otra decepción, pero seguro que como amiga también yo he decepcionado, no somos tan diferentes unos de otros.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, muy sincera, con quien se lo merece y me lo pide. Lo cierto es que la mayoría de la gente prefiere los halagos a la sinceridad. Además, habría que definir sinceridad, hay quien la confunde con la mala educación.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Por encima de todo, escribiendo; pero si mi familia requiere mi compañía lo dejo todo. Así es el amor.
¿Qué le da más miedo?
Decepcionar a los que amo, sin duda.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La mentira intencionada, me parece abominable, muy distinta a la fabulación. Y naturalmente me escandaliza cualquier sufrimiento humano provocado por otro para su disfrute. Creo que no hay espectáculo más dantesco que el de un ser humano golpeando a otro por mero placer. 
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Periodista, reportera o pintora. De hecho pinté durante años, incluso hice varias exposiciones.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Casi siempre he procurado hacer algún ejercicio, no para mejorar mi físico, sino para engrasar la máquina, paso demasiado tiempo sentada. Últimamente suelo caminar una hora diaria, me va muy bien para despejarme.
¿Sabe cocinar?
Bueno, cocino, y a veces hasta saben bien mis guisos, pero casi siempre lo hago simplemente porque hay que alimentarse. No, no soy una buena cocinera.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No soy nada mitómana, no tengo idealizado a ningún personaje, y creo que todos somos olvidables y remplazables, es difícil elegir. ¿Podría inventármelo?
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Hay muchas, pero la más llena de esperanza es la realmente se siente. No hay más verdad que la que se siente.
¿Y la más peligrosa?
La que es falsa, no sentida.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ninguna, absolutamente ninguna. Me da rabia de mí misma, me gustaría encajar en algún grupo, poder debatir y defender mis ideas políticas, pero no las tengo, así de simple. Después de muchos intentos he comprobado que ningún partido tiene la razón, o que todos la tienen un poco, que es lo mismo. Se escapa a mi entendimiento cómo en los debates políticos puede haber cuatro personas en un bando totalmente de acuerdo entre ellas en todo y otras cuatro en el otro igualmente hermanadas en ideas. Los escucho hablar y, como se dice vulgarmente, «alucino», yo suelo estar de acuerdo o no arbitrariamente con este o aquel, independientemente de su grupo. Imposible, si estuviera en un partido tendría que dejar de pensar por mí misma o lo traicionaría. Es increíble cómo se pueden comprar los pensamientos. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Lo cierto es que me hubiese gustado no ser, seas lo que seas en esta vida sufrirás y serás feliz dependiendo tu talante ante el mundo y de un millón de cosas que no están en tu mano. De la incertidumbre no se libra nadie. Pero no hubiese estado mal ser una princesa de cuento, por ejemplo, y ser feliz  con mi amor y comer perdices para siempre.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El tabaco, pero ahora estoy luchando contra él y parece que vamos a llegar a un acuerdo, y… creo que, lo que se dice vicio, ninguno más. Debilidades o defectos, muchos, todos relacionados con el egoísmo.
¿Y sus virtudes?
Comprensiva, constante y trabajadora, creo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Imagino que los momentos cruciales de mi vida: recordaría los días que pasé en casa de mis abuelos rodeada de cariño y caprichos, me vería paseando con mi marido por el Paseo de los Tristes aquella tarde que me dio por primera vez la mano y supe que sería el hombre de mi vida, vería esas tres primeras veces que cogí a mis hijos, vería ese día que mi marido terminó por fin la carrera y nuestras vidas se llenaron de posibilidades, el día que mis hijos se independizaron llenos de proyectos y sueños… También te digo que creo que cuando te estás ahogando no puedes pensar más que en salir del agua.

T. M.