El delirio más absurdo,
combinado con velados presupuestos psicoanalíticos, se mezcla en esta obra de
rotunda originalidad del que fuera primero contrario a las teorías de Freud
aunque acabara por tomarlas como inspiración para su novela epistolar “El libro
del Ello”. Por supuesto, aquí el subconsciente es el protagonista, pero visto
desde lo grotesco, lo ridículo, lo ordinario y lo extravagante. Tal cosa la
ejemplifica Thomas Weltlein, el llamado “buscador de almas”, un solterón de
cotidianidad ordenada que sufre la presencia de una hermana viuda y su hija,
casadera, y sobre todo, de unas chinches imposibles de exterminar que lo harán
desquiciarse y convertirse en otro hombre.
Kafka hubiera sonreído con
esta historia mordaz que se ensaña con su protagonista, que enferma, enloquece,
muestra su otra cara mientras su problema con las chinches se convierte en “la
comidilla de toda la ciudad” (trasunto de Baden-Baden). Y es que somos
obedientes del ello (del inconsciente), y cuando eso ocurre sin cortapisas el enredo
está servido. Groddeck coloca a su bufón burgués de inicios del siglo XX y
desmonta la lógica de la sociedad, pues la mirada ha cambiado: “La crueldad, la
envidia, la estupidez, todo se le aparecía ahora, de repente, bajo una nueva
luz”. Una luz que iluminará su sensatez, sinónimo de rarezas para todos los
demás.
La edición es magnífica por
cuanto aporta además (con traducción de José Aníbal Campos) cuatro apéndices
muy interesantes: uno, de Freud, firmado junto a su colega Otto Rank, en el que
defiende el libro frente a la Sociedad Psicoanalítica Suiza, que había
protestado por considerarlo “pornográfico”. Otro del psicoanalista húngaro
Sándor Ferenczi, en alusión a la efectivamente importancia del instinto sexual
en el pensamiento médico de Groddeck y a la manera en que éste eligió el género
narrativo para presentar sus conclusiones “sobre la enfermedad y la vida, sobre
los hombres y sus instituciones”. Otro sobre el escritor vienés Alfred Polgar,
que afirma: “Ningún narrador en nuestra lengua se ha atrevido a escribir algo
tan osado, chocante, refinadamente inteligente y disparatado”. Y otro más del
escritor Otto Jägersberg, que cuenta la relación de Groddeck con el que
posibilitó finalmente la publicación de la obra en 1919, que no fue otro que Freud.
Éste, tan buen lector de los
clásicos, le propondría subtitular la obra “Una novela psicoanalítica”, y vería
en ella indiscutibles detalles quijotescos; pero Groddeck también ha sido
vinculado con el Swift más sarcástico y el Rabelais más políticamente
incorrecto. Con una forma de escribir, en suma, paródica, para desde la burla
llegar a la verdad: en su caso, la del análisis psicoanalítico y la condición
humana general.
Publicado en La Razón, 20-III-2014