“Proyecto inacabado”. Como
casi todo en la obra de Juan Ramón, siempre rescribiendo en busca del ideal de
Belleza, con motones de inéditos en su mesa, dispuestos para esa obra que solo
podría ser incompleta y que el tiempo va recomponiendo. De ese modo aparece
entre paréntesis presentado este título, tan esperado, “Vida”, de un Juan Ramón
maravillosamente ordenado y disperso, consciente de que todo su material
literario iba a quedar huérfano de años suficientes para que vieran la luz.
Hoy, tal proyecto se “acaba”, se reconstruye gracias a la labor esforzada, tan
apasionante como tortuosa –“estado farragoso, casi ilegible”, el de los
borradores juanramonianos hallados, “complicada caligrafía juanramoniana,
todavía más críptica en sus años finales”–, de las profesoras universitarias
Mercedes Juliá y M.ª Ángeles Sanz Manzano, quienes se han arriesgado a recomponer
cientos de páginas que Juan Ramón dejó de forma caótica y que se guardaban
tanto en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, como entre las pertenencias
de la familia y la Sala Zenobia y Juan Ramón Jiménez, en la Universidad de
Puerto Rico.
De las carpetas juanramonianas
–al modo del baúl pessoano que aún depara sorpresa, inéditos, rescrituras–
siguen saliendo tesoros que hacen de Juan Ramón el poeta más vivo, más
presente, más eterno de todos los nuestros. Si hace tres meses Soledad González
Ródenas recogía una serie de encuentros y entrevistas con el escritor onubense,
dándonos su voz a lo largo de toda su existencia pública mediante un conjunto
variopinto de textos de prensa; si hace poco más de un año, Rocío Fernández
Berrocal rescataba el libro “Idilios”, escrito entre 1912 y 1913 y consagrado a
su amor por su esposa Zenobia Camprubí –otro proyecto que Juan Ramón dejó medio
preparado en Puerto Rico con indicaciones expresas para emprender su
publicación–; ahora es el más difícil todavía, el turno de su obra más compleja
de editar, la más extensa, poliédrica, llevada a puerto con brillantez Juliá y
Sanz Manzano, que nos advierten en la introducción de las dificultades de la
empresa y de que el libro, más que concebirse con una intención cronológica, se
insinúa como un collage que mezcla experiencias descritas en muy diferentes
momentos.
La idea del poeta era
publicarlo por entregas, a un precio módico, aunque eso no significara dejar de
seguir perfeccionándolo. La idea había surgido en 1923 y el título inicial era
“Vida poética”; todo lo cual constituía para Juan Ramón, según las filólogas,
un modo de “mostrar la riqueza y variedad de formas y temas”. Y en efecto, el
libro nos ofrece prosas narrativas y versos, aforismos y apuntes sueltos,
listados de más proyectos y declaraciones tan singulares como la que aparece en
la página 673 y que se titula “Prefería no haber escrito nada”, él, que se
lamentó de haber perdido tanto tiempo en ingresos hospitalarios por sus accesos
depresivos, lo que le restó muchas fuerzas para escribir todo lo que su mente
generaba sin descanso. Vemos a lo largo del bello volumen al Juan Ramón que
evoca el Moguer familiar en el bloque “Niñez, mocedad, juventud (1881-1916)”,
al Juan Ramón que reflexiona sobre los treinta años que lleva escribiendo, en
“Madurez (1916-1936)”, al Juan Ramón exiliado en Estados Unidos en “Sazón
(1936-195X)”.
Es precisamente en esta última
etapa, en 1940, cuando el libro “Vida” toma peso de forma definitiva, mientras
preparaba unas conferencias sobre poesía española contemporánea en la
Universidad de Miami. “Ausencia y distancia son buen estímulo para recordar.
Recordando a España y escribiendo este libro estoy viviendo más cerca y más
dentro quizás de España y de mí que nunca”, apunta. Ya tiene claro que querrá
un conjunto claramente autobiográfico y en paralelo a mostrar la evolución
global de su obra. A su hermano Eustaquio le comunica en 1941: “El libro va
despacio, es mi testamento, y acaso no se publique hasta que yo muera. Será un
libro de unas mil páginas”. No puede ser
de otra manera en un libro voluminoso, esta primera entrega titulada “Días de
mi vida”, en el que la fusión de vida y obra resulta total; en cierta manera,
es una autobiografía más coherente que una convencional, pues aquí cabe todo lo
que engloba un escritor además tan versátil; como dicen las editoras: “poemas,
prosas, traducciones, críticas a otros, críticas a él, cartas, conferencias,
entrevistas, prólogos, etcétera”. Con todo ello, Juan Ramón habría recordado su
pasado para revivirlo en la distancia, para “reforzar su identidad”. Su genio
haría que lo hiciera de una manera increíblemente original, incomparable,
asombrosa.
Publicado en La Razón, 20-III-2014