jueves, 20 de marzo de 2014

Juan Ramón Jiménez de arte mayor

“Proyecto inacabado”. Como casi todo en la obra de Juan Ramón, siempre rescribiendo en busca del ideal de Belleza, con motones de inéditos en su mesa, dispuestos para esa obra que solo podría ser incompleta y que el tiempo va recomponiendo. De ese modo aparece entre paréntesis presentado este título, tan esperado, “Vida”, de un Juan Ramón maravillosamente ordenado y disperso, consciente de que todo su material literario iba a quedar huérfano de años suficientes para que vieran la luz. Hoy, tal proyecto se “acaba”, se reconstruye gracias a la labor esforzada, tan apasionante como tortuosa –“estado farragoso, casi ilegible”, el de los borradores juanramonianos hallados, “complicada caligrafía juanramoniana, todavía más críptica en sus años finales”–, de las profesoras universitarias Mercedes Juliá y M.ª Ángeles Sanz Manzano, quienes se han arriesgado a recomponer cientos de páginas que Juan Ramón dejó de forma caótica y que se guardaban tanto en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, como entre las pertenencias de la familia y la Sala Zenobia y Juan Ramón Jiménez, en la Universidad de Puerto Rico.

De las carpetas juanramonianas –al modo del baúl pessoano que aún depara sorpresa, inéditos, rescrituras– siguen saliendo tesoros que hacen de Juan Ramón el poeta más vivo, más presente, más eterno de todos los nuestros. Si hace tres meses Soledad González Ródenas recogía una serie de encuentros y entrevistas con el escritor onubense, dándonos su voz a lo largo de toda su existencia pública mediante un conjunto variopinto de textos de prensa; si hace poco más de un año, Rocío Fernández Berrocal rescataba el libro “Idilios”, escrito entre 1912 y 1913 y consagrado a su amor por su esposa Zenobia Camprubí –otro proyecto que Juan Ramón dejó medio preparado en Puerto Rico con indicaciones expresas para emprender su publicación–; ahora es el más difícil todavía, el turno de su obra más compleja de editar, la más extensa, poliédrica, llevada a puerto con brillantez Juliá y Sanz Manzano, que nos advierten en la introducción de las dificultades de la empresa y de que el libro, más que concebirse con una intención cronológica, se insinúa como un collage que mezcla experiencias descritas en muy diferentes momentos.

La idea del poeta era publicarlo por entregas, a un precio módico, aunque eso no significara dejar de seguir perfeccionándolo. La idea había surgido en 1923 y el título inicial era “Vida poética”; todo lo cual constituía para Juan Ramón, según las filólogas, un modo de “mostrar la riqueza y variedad de formas y temas”. Y en efecto, el libro nos ofrece prosas narrativas y versos, aforismos y apuntes sueltos, listados de más proyectos y declaraciones tan singulares como la que aparece en la página 673 y que se titula “Prefería no haber escrito nada”, él, que se lamentó de haber perdido tanto tiempo en ingresos hospitalarios por sus accesos depresivos, lo que le restó muchas fuerzas para escribir todo lo que su mente generaba sin descanso. Vemos a lo largo del bello volumen al Juan Ramón que evoca el Moguer familiar en el bloque “Niñez, mocedad, juventud (1881-1916)”, al Juan Ramón que reflexiona sobre los treinta años que lleva escribiendo, en “Madurez (1916-1936)”, al Juan Ramón exiliado en Estados Unidos en “Sazón (1936-195X)”.

Es precisamente en esta última etapa, en 1940, cuando el libro “Vida” toma peso de forma definitiva, mientras preparaba unas conferencias sobre poesía española contemporánea en la Universidad de Miami. “Ausencia y distancia son buen estímulo para recordar. Recordando a España y escribiendo este libro estoy viviendo más cerca y más dentro quizás de España y de mí que nunca”, apunta. Ya tiene claro que querrá un conjunto claramente autobiográfico y en paralelo a mostrar la evolución global de su obra. A su hermano Eustaquio le comunica en 1941: “El libro va despacio, es mi testamento, y acaso no se publique hasta que yo muera. Será un libro de unas mil páginas”. No puede ser de otra manera en un libro voluminoso, esta primera entrega titulada “Días de mi vida”, en el que la fusión de vida y obra resulta total; en cierta manera, es una autobiografía más coherente que una convencional, pues aquí cabe todo lo que engloba un escritor además tan versátil; como dicen las editoras: “poemas, prosas, traducciones, críticas a otros, críticas a él, cartas, conferencias, entrevistas, prólogos, etcétera”. Con todo ello, Juan Ramón habría recordado su pasado para revivirlo en la distancia, para “reforzar su identidad”. Su genio haría que lo hiciera de una manera increíblemente original, incomparable, asombrosa.


Publicado en La Razón, 20-III-2014