miércoles, 21 de mayo de 2014

Entrevista capotiana a Rogelio Guedea

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rogelio Guedea.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un pueblo de México. Un pueblo maravilloso y olvidado del que no puedo decir su nombre porque no quiero, ni por asomo, que alguien lo ubique. Voy a él todos los años y es posible que ahí pase los últimos días de mi vida.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente. Me encanta ver gente. Los únicos animales que me gustan son los peces y los pájaros. En Nueva Zelanda hay mucho pájaro. Mi casa está llena de pájaros y cada que despierto lo primero que escucho es su canto. Además, para mí el poeta es un pájaro. El verdadero poeta es un pájaro y debe imitarlo: debe cantar –el poeta como el pájaro– aun con la certeza de que nadie lo está escuchando.
¿Es usted cruel?
Ahora ya no (aunque puedo serlo), pero antes sí. Maltrataba cruelmente a gatos y perros, en mi infancia. También tengo un instinto (que viene por la vía paterna) violento, y en ocasiones, cuando me enojo demasiado, me dan ganas de matar. Puedo sentir incluso el placer de hacerlo, dentro de mí.
¿Tiene muchos amigos?
No. Tal vez ninguno. Soy muy desconfiado. Creo que extremadamente desconfiado y eso me impide tener amigos. Aunque yo creo, eso sí, que muchos me consideran su amigo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
A los conocidos les pido lealtad, nada más.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La deslealtad.
¿Es usted una persona sincera?
Sí, completamente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Lo paso leyendo, escribiendo y viendo box.
¿Qué le da más miedo?
La muerte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La injusticia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado ser boxeador.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, boxeo.
¿Sabe cocinar?
Sí. Y me gusta cocinar, aunque soy bastante malo. Termino usando demasiados ingredientes (creyendo que en eso consiste el éxito de un platillo) y lo arruino todo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Salinger.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
El amor.
¿Y la más peligrosa?
La injusticia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Muchas veces. Cientos de veces. Y, casi siempre, por motivos que a otros no les arrancarían ni el más mínimo insulto.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ya no tengo. La izquierda y la derecha me han defraudado. Creo, ahora, sólo en el estado de Derecho y en la justicia a la que éste aspira.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un cantante de boleros, como lo fui a mis 16, 17 y 18 años.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Mi mujer se enoja cuando los confieso. Prefiero no herirla, porque siempre anda buscando mis entrevistas. Tiene ella un gran gancho al hígado. Mejor dejémoslo así: jajaja.
¿Y sus virtudes?
Un gran sentido de la justicia y una generosidad a prueba de balas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No tendría tiempo para imágenes. La sola idea de la muerte es la muerte misma para mí.

T. M.