jueves, 15 de mayo de 2014

Nos vemos en septiembre, Hércules Poirot


Traducida a docenas de idiomas en todo el mundo, es la novelista más popular de la historia. Más si cabe cuando el cine y la televisión han divulgado sus tramas detectivescas, sus crímenes misteriosos y la habilidad de Hércules Poirot o la señorita Marple para encontrar siempre al culpable. En 1980, la UNESCO anunció que había vendido 4.000 millones de libros. Lo han adivinado. Se trata de la «reina del crimen», Agatha Christie, la autora de la obra teatral que lleva representándose durante sesenta y dos años en Londres y que hoy está en cartel en el Teatro Apolo de Barcelona, «La ratonera», en la que ocho personajes están aislados en una mansión y entre los que hay, por supuesto, un asesino. Tal es su clave narrativa habitual.

Lo cual contrasta con su reconocimiento oficial, académico, crítico, como suele suceder con autores de gran calado popular. Y es que a la inglesa Aghata Christie el lector jamás la encontrará en las historias de la literatura o en los estudios culturales, pese a su imaginación desbordante, sus innovaciones narrativas, su versatilidad en diferentes terrenos literarios y, sobre todo, su gancho para saber contar una historia a un variado público, desde el que busca puro entretenimiento hasta el erudito que quiere dejarse atrapar por una sucesión de misterios perfectamente urdidos. Pues bien, una de sus admiradoras más incondicionales, tuvo el permiso de la familia Christie para escribir una secuela del detective belga más refinado y perspicaz: Hércules Poirot, del que se hizo una serie en 1989, que aún emite alguna cadena televisiva, y que duró nada menos que trece temporadas, con el actor David Suchet a la cabeza del reparto (se harán célebres también en la gran pantalla los actores Albert Finney y Peter Ustinov con este personaje).

La elegida es Sophie Hannah (Manchester, 1971), que en febrero participó en el encuentro BCNEgra, con motivo de su última novela, «La cuna vacía» (editorial Duomo), de gran éxito internacional. Poirot murió hace treinta y nueve años de un infarto, en la novela «Telón», así que Hannah, que ha titulado su libro «The Monogram Murders» y verá la luz en septiembre, pensó que lo mejor era, en vez de resucitarlo, llevarlo al año 1929. Esa licencia, más la invención de un policía de Scotland Yard que colaborará con el detective que siempre alude a «la materia gris» para reflexionar sobre los crímenes que tiene que resolver, ya sea en mitad de un trayecto en el Orient Express o entre pirámides en Egipto, son las máximas novedades. Un Poirot, por cierto, que ahora encarna el gran actor Robert Powell en la producción «Black Coffee», en el Belgrade Theatre, en la localidad británica de Coventry.

La trayectoria de Christie –sesenta y seis novelas, una autobiografía, seis libros con el seudónimo «Mary Westmacott», una crónica de su expedición a Siria, dos libros de poesía, otro de poemas y cuentos infantiles, más de una docena de obras de misterio para el teatro y la radio, y alrededor de ciento cincuenta relatos– empieza con Poirot tras sus primeros escarceos literarios, en concreto siete cuentos que dejará inéditos o se publicarían en revistas y que se publicaron en castellano en el volumen «Un dios solitario y otros relatos» (1998). Criada en una familia de clase acomodada de Devon, al sur de Inglaterra, la infancia de Agatha Mary Clarissa Miller es tranquila y solitaria hasta los once años cuando, en 1901, muere su padre. El declive económico que acompaña la tragedia tendrá una curiosa solución: ella y su madre alquilan la casa en invierno y pasan ese tiempo en Egipto, con lo que pueden ahorrar dinero y retomar su vida social a la vuelta.

Aparecerá entonces el piloto de aviación Archibald Christie, con el que Aghata se casa en 1915, cuando él combate en la Primera Guerra Mundial y ella trabaja como enfermera voluntaria en la farmacia de un hospital, experiencia que le será de gran utilidad para sus relatos. Porque, precisamente, un día se pone a escribir una novela cuya víctima muere envenenada, «El misterioso caso de Styles», protagonizada por Hércules Poirot. Pero el libro es rechazado y ella casi se olvida de su vocación, pues ya ha acabado la guerra, debe cuidar de su madre y ya ha nacido su hija Rosalind; al fin, en 1920 consigue publicar el libro en una editorial que contrata las cuatro obras siguientes que escriba, y en seguida obtiene fama con «El asesinato de Roger Ackroyd» (1926), con un Poirot ya «retirado de la policía». Pero en su mansión ese año las cosas van mal: la madre fallece y el marido la engaña con su secretaria. Ante la petición de divorcio, Christie se niega, y hundida en la tristeza, el 4 de diciembre desaparece tras abandonar su coche en la carretera. Ese oscuro percance, recreado en la película «Aghata» (1979) que protagonizó Vanessa Redgrave, acaba cuando se la encuentra diez días después en un balneario. El marido, esquivo, afirma que su mujer padece amnesia. La separación definitiva llegará al cabo de dos años. Sigue escribiendo, ahora bajo seudónimo obras de trasfondo sentimental, al tiempo que realiza adaptaciones teatrales de sus relatos y materializa su deseo de ir a Oriente. En el viaje, conoce a Max Mallowan, un arqueólogo quince años menor que ella y con el que contrae matrimonio en 1930. Pero la felicidad dura poco: como antaño, en una nueva casa la Segunda Guerra la separa de su marido, y vuelve a otra farmacia militar sin dejar no obstante de escribir. En 1971 es condecorada por el Imperio Británico y publica la mencionada «Telón», novela en la que sigue muerto Poirot pese a tener, tras el verano, una nueva vida.

Es lo mismo que pasó con Geraldine McCaughrean y su «Peter Pan de rojo escarlata» (2006), la segunda parte oficial del clásico de J. M. Barrie, que arranca en el punto en que acabó esta, cuando se insinúa qué pasó con Wendy y los Niños Perdidos en torno al País de Nunca Jamás llama a su puerta; o con P. D. James, que pretendió hacer una secuela de «Orgullo y prejuicio» de Jane Austen titulada «La muerte llega a Pemberley» (2012), en la que retoma, en 1803, seis años después de que Elizabeth y Darcy se casaran, el mundo de la campiña inglesa con un enredo de situaciones en las que no falta un sangriento misterio; o con William Boyd, que recuperó al agente 007 de Ian Fleming en «Solo» (2013), en el año 1969, cuando James Bond es enviado al África occidental con el objetivo de detener una guerra civil; o con John Banville, que aceptó la propuesta de los herederos de Raymond Chandler para realizar una obra protagonizada por Philip Marlowe, «La rubia de ojos negros» (2014), ubicada en la década de los cincuenta, en un momento en que el detective, en una etapa decadente, recibe una nueva clienta, rubia y bella, una heredera de una empresa de perfumes que le encarga que busque a un antiguo amante. En definitiva… el tiempo dirá si la recreación está a la altura de la creación primera.


Publicado en La Razón, 9-V-2014