Hotel Florida, en la plaza Callao, cerca del edificio de
Telefónica, fundado en 1924; diez plantas lujosas con mármol blanco y
calefacción central, “al lado de las tiendas elegantes de la Gran Vía”; un
lugar, pues, como relata Amanda Vaill en este extraordinaria crónica de la
Guerra Civil española tomando como eje ese punto de la ciudad de Madrid, de
“primera categoría situado en un vecindario exclusivo” y que “se había
convertido en un refugio para un grupo abigarrado y políglota de periodistas
extranjeros, pilotos franceses y rusos, así como de una variada gama de damas
de la noche”. Por allí pasarán tres parejas decididas a informar sobre el
conflicto: “Hemingway y su compatriota y también escritora Martha Gellhorn; los
fotógrafos Robert Capa y Gerda Taro; y Arturo Barea e Ilsa Kulcsar, encargados
de la oficina de censura de prensa extranjera de Madrid”.
Para todos ellos la guerra será un punto de inflexión
decisivo tanto en su vida más íntima como en su trayectoria profesional; el
afán por la aventura les corre a los seis por las venas, parecen desconocer el
miedo y se propondrán desentrañar “la verdad” de lo que empezó en julio de
1936. Un vibrante y conciso prólogo contextualiza el periodo que se abordará a
partir de bloques ordenados cronológicamente, hasta marzo de 1939: aparece
Franco a bordo de un avión desde Inglaterra de camino a Tetuán, y se exponen
las diferentes tensiones sociopolíticas que vive la España de la época. Con
todo, Vaill asegura, humildemente, no pretender realizar un libro de historia
sino seguir las huellas de sus personajes, aunque acaba haciéndolo, y con gran
brillantez, ya que en paralelo a los antecedentes, decisiones y movimientos de
los escritores y artistas elegidos, en la medida en que afectan a éstos se
describen los frentes más importantes, los bombardeos más sangrientos, las
estrategias político-bélicas durante esos terroríficos tres años.
Un rasgo común los une: cada uno participa en la guerra
diciéndose que una nueva vida –en contraste con la anterior, frustrante, o
presidida por el peligro y la huida, o el desamor y el dolor– es posible.
Empezar de cero, dice Vaill cuando habla del anhelo de Gerta Pohorylle, la
alemana que se rebautizará como Gerda Taro al lado del húngaro Robert Capa
(seudónimo de André Friedmann), para quien España será la plataforma de su éxito
internacional como fotógrafo a partir de la instantánea “Muerte de un
miliciano”. Hemingway, que se dedicaba a pescar y cazar en Florida y Wyoming,
lamentando que sus últimos libros no despertaban tanta atención como antes,
escribirá la aclamada “Por quién doblan las campanas” –“Su obra siempre se
había basado en su experiencia personal, y ahora necesitaba desesperadamente
material nuevo”, leemos– en esta época en que rompe con su esposa Pauline y
disfruta de la sofisticada Martha Gellhorn, a la que ayuda en su carrera
literario-periodística.
No en balde, “con millones de lectores, espectadores y
oyentes pendientes de las noticias que se difundían por la radio, los
documentales, los noticieros cinematográficos y las revistas ilustradas, España
se convirtió en el lugar donde se podían forjar grandes reputaciones o incluso
grandes fortunas”, afirma Vaill. No importa si para ello es necesario acudir a
Valencia, Madrid, Barcelona, Aragón, Guernica, allá donde el peligro esté
palpitando más intensamente; Capa busca tomar fotos “sin pensar en su propio
riesgo”. Arturo Barea, con la que se convertirá en su amante, Ilsa Kulcsar,
periodista austriaca, militante socialista y traductora, estará a punto de
perder la vida en distintas ocasiones hasta que se exilie con ella
definitivamente en Londres... En este sentido, Vaill retrata fidedignamente
cómo en cualquier momento el vecino podía ser un traidor y la muerte podía
tocarte a ti en el instante más inesperado, como sin ir más lejos le sucederá a
un miembro de este particular sexteto.
Destaca por supuesto, por sus jugosas anécdotas, este
Hemingway hastiado de permanecer en Cayo Hueso, donde se da la gran vida
gracias al dinero de su mujer y que va preparando a fuego lento su salto a la
Península, tras confesarle a un amigo: “Aquí no me ocurre nada y tengo que
salir. En España es donde quizá haya empezado de nuevo el gran desfile”. Y así,
como los otros, pasa por el hotel Florida, lleno de corresponsales que enviaban
sus crónicas a medios europeos y americanos: testigo silencioso de tantas
historias y que en el volumen se asoma sólo tangencial y simbólicamente a
través de la prosa magistral de Vaill, que nos introduce con vivacidad
desbordante en el romanticismo de los amores y desencuentros que los seis
vivieron, así como en la desesperación de una tragedia descomunal a la que, por
cierto, el edificio sobrevivió. Hasta que fue derruido en 1964 para poner en su
sitio un famoso centro comercial.
Publicado en La Razón, 19-VI-2014