«Las
obsesiones son lo único que me importa. Lo que más me interesa es la
perversión, que es el mal que me guía», dijo Patricia Highsmith en su diario de
1942. Entonces, vivía en Nueva York, como guionista de cómics de superhéroes,
junto a un manicomio, una cárcel, el ferroviario hacia Canadá y el canal de
Hell Gate, como apunta su biógrafa Joan Schenkar. Es decir, en medio de «unos
puntos cardinales» formados por «el Crimen, el Castigo, las Vías del Tren y el
Infierno». Esas cuatro aristas perfilarán la literatura de la autora texana. Y
tal vez la proximidad de las vías le inspirara «Extraños en un tren», que
escribió en el centro de artistas Yaddo –invitada por recomendación de Truman
Capote– durante dos meses salpicados de borracheras y «affaires».
La
obra, publicada en 1950, sería llevada a la gran pantalla al año siguiente por Alfred
Hichtcock (con guión de Raymond Chandler, que acabó harto del cineasta); no en
balde, el famoso cineasta compartía muchas obsesiones perversas con Highsmith,
quien dijo que veía un potencial asesino en cualquier tipo con el que nos
tropezamos en la calle. ¿Y qué sino es la historia de dos desconocidos que
intercambian sus ansias de deshacerse de dos personas para no verse implicados
en los respectivos asesinatos? Habrá varias adaptaciones más de “Extraños en un
tren”, pero destaquemos el telefilme de 1996, en versión femenina, protagonizado
por Jacqueline Bisset.
La
relación de la escritora con el cine y la televisión sería permanente, tanto en
vida como de forma póstuma (murió en Suiza, en 1995), sobre todo en lo
concerniente al farsante y estafador Tom Ripley, el héroe-criminal –así lo
definió ella misma– que protagonizará cinco novelas donde la inmoralidad y el
crimen van de la mano. Así, tras un viaje a Europa escribe “El talento de Mr.
Ripley”, que se convierte en película en 1955 con el título de “A pleno sol” y Alain
Delon en el reparto. Más tarde, en 1999, hará lo propio Anthony Minghella con
Matt Damon como Ripley y otros rostros tan prometedores como Gwyneth Paltrow,
Jude Law, Cate Blanchett y Philip Seymour Hoffman. En 1974, el alemán Wim
Wenders había adaptado la novela “El juego de Ripley” titulándola “El amigo
americano”, con Dennis Hopper como protagonista, y en 2002 aparecerá otra
versión con John Malkovich... Rollos y rollos de celuloide que proyectaron en
imágenes la primera y última obsesión de Highsmith, engendrada ya en el rechazo
a sus padres de niña y sus postreros amores más íntimos: el odio.
Publicado en La Razón, 13-VI-2014