Voy a hablar de un libro que no he visto
salvo en una pantalla, que no tengo, que no he abierto, que no he leído, como
de un cajón, de una puerta, de cuyo pomo no hemos tirado para preferir
detenernos a pensar qué habrá dentro, qué albergará más allá. Es un libro prologado
por Juan José Martín Ramos, el editor de Polibea, que hace un trabajo
simplemente maravilloso, ahora dentro del marco de una nueva colección, de prosas. Es
de mi adorado, admirado, tan querido José Ángel Cilleruelo, y tiene uno de esos
títulos que él es tan dado a inventar, entre traviesos y ocurrentes y
enigmáticos, que es lo mismo que decir poéticos y bellos y apetecibles: El visir de Abisinia, Vitrina de charcos, Una sombra en Pekín… Este se titula, simplemente, Almacén. Palabra de polígono o
trastienda, de paquetes y herramientas, de productos y despensa. Palabra prosaica que encierra toda una literatura en su mero sonido. Se subtitula Dietario de lugares. Se presume,
entonces, que aquí el viaje habrá sido motivo de escritura, o de reportaje,
como en el texto que la revista Clarín le acaba de publicar, sobre el Estocolmo del poeta Tomas Tranströmer. No sé
más, no quiero saber nada más por el momento. Hasta tener el libro, abrirlo, leerlo, tirar de él hasta ver dónde me
lleva.