Leo Clarín,
revista que recibí ayer, con mi crónica de viaje a Cuba de 1995 de la que hablé
aquí días atrás, y veo la reseña de José Ángel Cilleruelo sobre un libro que
glosa la andadura de John Cage. También días atrás, yo hablaba en este blog de
Catalunya Música y de mi hábito de escucharla, y ahora caigo en que en miles y
miles de horas durante años y años, no ha sonado nunca en tal emisora, hasta lo
que yo sé, este pianista en las horas diurnas al menos. Pero es que seguramente
lo ha hecho más allá de cierta hora, porque sus teclas son para cuando
atardece y el tiempo se detiene, para la noche sensual, o solitaria, o de
movimiento lento de ballet, o amor clandestino y subyugador. Escucho, ahora,
escribiendo estas líneas, su Dream, y
me arrepiento de no haber entrado en el museo colindante con la Universidad de
Puerto Rico aquella mañana en que tenía una cita emocionante con la Sala-biblioteca
de Juan Ramón Jiménez. Lo que había en el interior de aquella exposición que se
le dedicaba nunca lo veré. Como a la misma música, cada día.