miércoles, 24 de diciembre de 2014

Entrevista capotiana a Patxi Irurzun

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Patxi Irurzun.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un dormitorio con muchos libros y discos y un aparato de música y conexión a internet y un buen orinal.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de qué animales y qué gente.
¿Es usted cruel?
No, solo  a veces y de pensamiento.
¿Tiene muchos amigos?
No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean piadosos con mis debilidades. 
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, no tengo muchos amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
Podría decir que sí y estar mintiendo. O decir que no y decir la verdad. De todos modos, no creo que haya nadie en el mundo sincero, y si lo hay tampoco me gustaría conocerlo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me resulta difícil decir qué es  mi tiempo libre, porque mi afición y mi oficio, escribir, son lo mismo. Leer, escribir, oír música…
¿Qué le da más miedo?
Todo lo relacionado con lo que pueda sucederles a mis hijos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me cabrea el abuso de poder, el autoritarismo, el cinismo de quien tiene parcelas de poder…
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No tengo ni idea, prefiero no pensarlo, no soy capaz de imaginarlo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Voy y vuelvo a por los niños cuatro veces al día a la escuela, o más si tienen extraescolares. Al cabo del año he calculado que me hago un Camino de Santiago completo.
¿Sabe cocinar?
Cocino en casa, pero soy bastante mal cocinero, aunque mi hijo dice que le encantan mis macarrones, es una prueba de amor. El ajoarriero tampoco me sale mal.  
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Me gustaría escribir una biografía sobre Ramoncín.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Las palabras sin un contexto no dicen mucho. Hay palabras hermosas que se han emputecido, justicia, democracia, vida…
¿Y la más peligrosa?
Creo que vale la misma respuesta de antes.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Físicamente, no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Muy escoradas a la izquierda y a la acracia. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Preferiría no ser una cosa.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza, la gula, la lascivia… Pero si a lo que nos referimos es a defectos soy una persona demasiado introvertida y asocial.
¿Y sus virtudes?
Soy imaginativo y tenaz con lo referido a mis aspiraciones o sueños. Creo que no soy mala persona, que no hago daño a quienes me rodean.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sé, tantas… Una infancia y una adolescencia horribles, atenazado por mi timidez, yo en la lechería intentando pedir la vez mientras todas las viejas se me colaban, una juventud desperdiciada, yo bebiendo cervezas en bares de casco viejo, cayéndome al suelo sin que el botellín se me volcara, yo mirando el buzón de casa, esperando alguna carta que dijera “Le vamos a publicar…” o “Ha ganado el Premio…”, la caja con los libros salidos de imprenta de mi primera novela, mis hijos, mi mujer, mi madre, alguien echándome un salvavidas…
T. M.