En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis Miguel Rabanal.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Olleir,
entre otras cosas porque es el paraíso.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, no,
para nada.
¿Es usted cruel?
Pienso que no, al
menos no conscientemente en la vida, digamos, real. Sí, en cambio, en la
escritura, acostumbro a ser cruel con un personaje poemático que se me parece
bastante los fines de semana.
¿Tiene muchos amigos?
No, solo los justos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La amistad, a secas,
con lo que ella conlleva de alejarse más allá de lo perverso.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Siempre hay alguno
que destaca por su reincidencia, pero nada grave.
¿Es usted una persona sincera?
Lo intento,
lo intento.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Ser tetrapléjico
profesional las 24 larguísimas horas del día genera un tiempo libre más que maravilloso.
¿Qué le da más miedo?
La
enfermedad de las dos personas que adoro.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
¿Don Mariano y sus
secuaces, tal vez?
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Farero de
noche, escenógrafo y soplagaitas mayormente.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Bachata, y
de forma menos constante algo de lambada.
¿Sabe cocinar?
Claro, faltaría más.
Mi especialidad podría ser la siguiente: caracoles con mucho mojo picón y un
poquito de leche frita salteada.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi abuela
Rolindes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Ama.
¿Y la más peligrosa?
¿Y la más peligrosa?
Arma.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, no, no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda
republicana.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Arqueólogo,
sin dudarlo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Creo que los acumulo
todos.
¿Y sus virtudes?
Creo que ya no me
queda ninguna por explorar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Hay varios momentos
al cabo del día en los que me ahogo y jamás me imagino algo que no sea: quiero
respirar quiero respirar quiero respirar quiero respirar quiero respirar.
T. M.