Mucha melancolía, observaciones culturales, reflexiones sobre la vanidad
o la escritura, juicios de célebres escritores, la cotidianidad en sociedad y
soledad…; mil y un detalles, todos poderosos, encierran estos «Cuadernos» que prologa y traduce Eduardo Berti;
éste ha preparado una selección de textos de
cuatro de los diecisiete que fueron
rescatados por la sobrina de Flaubert, Caroline
Hamard de Franklin-Grout, y que donó a una biblioteca parisina. La simple
exposición del material aquí reunido habla por sí sola: toda una joya.
Así, a un conjunto de «Pensamientos escépticos», hechos a los dieciséis años (1838) y dedicados a su amigo del alma Alfred Le Poittevin, muerto
prematuramente diez años más tarde y que titula «Agonías» y «Angustias», le
sigue una serie de apuntes íntimos y recuerdos de los años
1840-1841; apuntes en torno a la escritura de «La educación sentimental», «La
tentación de san Antonio» y «Bouvard y Pécuchet»; bocetos de obras inéditas; y más fragmentos de lo que iba a ser la
segunda parte de esta historia inacabada sobre un dúo de copistas. Un par de
apéndices de escritos que, por un lado, se creía perdidos y que fueron
publicados en Francia en 2005, y por el otro, una selección de pensamientos
preparada por la sobrina ─sobre todo a partir de su correspondencia─, aparecidos en
1915, completan un libro de interés máximo para el lector flaubertiano.
Y es que, a lo largo de todo este río de frases brillantes y honestas en
grado sumo que a menudo explotan en aforismos geniales, se nos aparece un
Flaubert que da un paso más allá en comparación al que dirigía cartas a Louise
Colet sobre asuntos literarios: un Flaubert sensitivo, que cuestiona todo, que
sufre un gran tedio en la juventud y que no cree ni siquiera en la gloria que
el destino le reservaría.