Este libro sin
pretensiones, jovial y directo, breve y sorprendente, es una de las mejores
maneras de aproximarse a Islandia, país que amo desde que lo conocí en un viaje
alucinante, insuperable por el cómo, el con quién y el porqué, que me llevó
a su tierra y a sus volcanes y a sus lagos hace unos cuantos veranos. Admiro de la sociedad islandesa muchísimas cosas,
pero necesitaba una visión desde dentro, y es lo que me ha ofrecido el
maravilloso De cómo me convertí en alcalde y cambié el mundo, del cómico Jón Gnarr, que se metió en política
casi en un acto gamberro y finalmente, sí, salió elegido como alcalde de
Reikiavik. Su crónica biográfica, digna de conocerse y ser un ejemplo para todo
partido político del mundo, muestra que, también en un lugar como la Isla de
Hielo, hay gentes codiciosas, envidiosas, agresivas. Islandia es mundana y
tiene en potencia lo peor de la condición humana, como cualquier sitio del
planeta; la crisis económica y la mala gestión política y bancaria que se
produjo allí atestiguan tal cosa de modo incuestionable. Necesitaba ese trago
de realismo duro, y ahora conozco más y mejor el país del que aún no he vuelto
el todo, pues los recuerdos de sus paisajes y vivencias allí me acompañan cada día,
y son imperecederos en mi novela Hildur.
Vista panorámica de Reikiavik desde un restaurante elevado