Ya está casi lista en Estados Unidos una nueva aproximación a nuestra obra más universal, “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, de un Miguel de Cervantes de gran actualidad últimamente por la investigación sobre el presunto paradero de sus restos, en el Convento de las Trinitarias, donde fue enterrado en 1616. Se trata del libro “Quixote. The Novel and the World”, en que su autor aborda cómo llegó a convertirse en el fenómeno internacional que es hoy y ha dado origen a un sinfín de manifestaciones culturales de todo tipo. Y muy pronto estará preparado un “Quijote” traducido ¡al spanglish! (o espanglish), una lengua nueva para las andanzas del caballero y su escudero –y eso que estamos hablando de una novela traducida hasta al latín y al esperanto–, más una novela gráfica, también en spanglish, sobre el Caballero de la Triste Figura. Los tres trabajos están firmados por Ilan Stavans (Ciudad de México, 1961), recientemente de visita en Barcelona y Madrid, donde dio conferencias en universidades y charlas en institutos en torno a los temas en los que es toda una autoridad: el spanglish y el fenómeno migratorio con él relacionado, en Estados Unidos y el resto de América.
Ya en el año 2002, este profesor de cultura latinoamericana y latina desde 1993 en el Amherst College, Massachussets, publicó la traducción del primer capítulo del “Quijote”, lo que no estuvo exento de polémicas entre intelectuales que vieron, a ambos lados del Atlántico, como algo inapropiado el hecho de elevar el spanglish a categoría idiomática propia. Stavans defendía la idea de que no era ni mucho menos una lengua de aquellos sin educación, sino que había alcanzado a diversas clases sociales. De este modo, demostraba que llevaba ciento cincuenta años de historia, desde el Tratado Guadalupe Hidalgo, firmado en 1848 para vender las dos terceras partes del territorio de México a los Estados Unidos por 15 millones de dólares; una adaptación social que generó, entre otras cosas, una transformación lingüística al mezclarse el inglés y el español por parte de una población que empezaba a encaminarse hacia lo multirracial, lo transnacional y lo plurilingüe.
Tal pasión por el spanglish, en manos de un estudioso que es también narrador y traductor, se mezcló entonces con otra también desaforada desde su infancia mexicana: “El Quijote”, pues como dice en el estudio citado, a punto de ver la luz en Nueva York: «Mi admiración por Don Quijote de la Mancha ha tomado múltiples formas. En mi biblioteca, tengo una gran colección de “Quijotalia” –por ejemplo, las versiones de la novela en múltiples idiomas (del yiddish al coreano, del quechua al klingon [raza de los humanoides de “Star Trek”]). También tengo una infinita variedad de artefactos inspirados por él: películas y grabaciones de obras de teatro, figuras de acción, libros ilustrados, fiambreras, litografías, anuncios y sellos postales. Irónicamente, todos ellos imitan un héroe cuya existencia se basa en ser un impostor, que pretende ser otra persona».
Ese “impostor” eterno y el modo en que ha influido en creadores de todo el mundo es el asunto que ha desarrollado Stavans, consciente, como dijo Alejo Carpentier en 1977 al recibir el premio Cervantes, de que «todo está ya en Cervantes. Todo lo que hará la perdurabilidad de muchas novelas futuras: el enciclopedismo, el sentido de la historia, la sátira social, la caricatura junto a la poesía y hasta la crítica literaria». Por algo el propio autor alcalaíno afirmó de sí mismo: «Soy el primero que he novelado en lengua castellana»; hoy, cuál no sería su cara de sorpresa si abriera su libro en una hasta ahora inédita versión y leyera: “In un placete de La Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase. A cazuela with más beef than mutón, carne choppeada para la dinner, un omelet pa’ los Sábados, lentil pa’ los Viernes, y algún pigeon como delicacy especial pa’ los Domingos, consumían tres cuarers de su income”…
Publicado en La Razón, 5-V-2015