viernes, 29 de mayo de 2015

Entrevista capotiana a Luis Bagué Quílez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis Bagué Quílez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una isla desierta con palmera, de esas que aparecen en los chistes de náufragos. Eso sí, nunca perdería la esperanza de ser rescatado.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de los animales y de la gente. Los gatos me parecen interesantes, aunque no tengo gato. Los perros me resultan más antipáticos, aunque tampoco tengo perro. Supongo que eso significa que aún me preocupa el futuro de la humanidad.
¿Es usted cruel?
¿Alguien ha respondido que sí?
¿Tiene muchos amigos?
Según se mire. En Facebook voy por 1200. En la vida real, calculo que media docena.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna en particular. La amistad es un regalo infrecuente, así que no es cosa de ir poniendo condiciones.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Y eso que espero algo de ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Mentiría si dijera que no y resultaría presuntuoso si dijera que .
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Prefiero no tener tiempo libre. Cuando lo tengo me asalta la incómoda sensación de estar perdiendo el tiempo.
¿Qué le da más miedo?
La muerte. El olvido. Cierta clase de insectos. Casi todos los reptiles.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Mi capacidad para escandalizarme se encuentra por debajo del umbral del dolor. Uno ya ha visto muchas cosas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Vagabundear. Lo que, dicho sea de paso, no es incompatible con llevar una vida creativa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
La caligrafía.
¿Sabe cocinar?
Soy un cocinero teórico. Con ideas, pero sin voluntad para ejecutarlas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Para mí el Reader’s Digest era eso que citaba Cortázar en los capítulos prescindibles de Rayuela. Desconozco la línea editorial, el número de caracteres y las normas de estilo. En resumen, preferiría no hacerlo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Hope me parece una palabra más esperanzadora que esperanza. Al fin y al cabo, no se le puede exigir demasiado a una virtud teologal que comparte cartel con la fe y con la caridad. 
¿Y la más peligrosa?
Mañana.  
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Por supuesto. Aunque evitaría hacerlo con pistolas, con rifles, con decretos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Apoyo a quienes anteponen lo público a lo privado, las personas a los bancos y los parques eólicos a las centrales nucleares. Lo demás es negociable.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
De pequeño quería ser chino.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La impaciencia.
¿Y sus virtudes?
Todas las que no he mencionado entre mis defectos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿Sirve Waterworld como esquema clásico?

T. M.