Decía en un
poema Charles Bukowski que hoy ningún escritor pone nervioso a los poderosos, y
ponía de ejemplo a varios poetas europeos que sufrieron en sus carnes los
estragos sociopolíticos. Uno que no tuvo que sufrir un fin violento pero si una
vida de persecución y hasta cárcel fue Curzio Malaparte, entre otras cosas por
esta novela singularísima, en la que ridiculizaba a Benito Mussolini
confrontándolo con un camaleón, con su característica, en este caso tan
simbólica, de cambiar de color para adaptarse a cualquier ambiente. Un texto
contra la política del Duce –algunos críticos italianos afirman que no
propiamente contra el fascismo– y su aparato de propaganda.
El reptil
representará el ascenso al poder de aquel que ha de aprender a hablar y a
tratar con los hombres hasta convertirse en un líder, con su espejo Mussolini
asistiendo a ello, con “una mirada oscura y profunda, que relucía a ratos de
ironía feliz y orgullosa”. No en balde, es el propio dictador quien encarga al narrador
que eduque a un camaleón para hacerlo “humano”. El juego será demostrar su idea
de que la gente “no juzga a los demás por la forma de la cabeza o por si tienen
cola, sino por su apariencia y sus intenciones”.
De este juego sarcástico y tan valiente contra el hombre al que un día admiró, Malaparte, miembro del Partido Nacional Fascista hasta que se desmarcó para atacar a Mussolini con este texto y luego con su “Técnica del golpe de Estado” (1931), por el que sería enviado al exilio, se sintió muy orgulloso. Los dos prefacios a la obra incluidos, puesta fuera de circulación en su momento, así lo atestiguan, pues el libro apareció en 1928 y “no después de 1945, cuando Mussolini estaba muerto e indefenso, sino cuando vivía, era poderoso y podía defenderse”.
Publicado en La Razón, 14-V-2015