El estudioso de la ópera Fernando Fraga, en Simplemente divas (Fórcola Ediciones, 384 páginas, 23,50 euros), recorre la historia en busca de aquellas cantantes a las que sin duda se las podría llamar “divas”; entre ellas, la más famosa, Maria Callas.
Desde que en 1980 Fernando Fraga empezara a
dedicarse al mundo de la música clásica como crítico en la materia y
conferenciante, sus publicaciones e intervenciones en Radio Clásica de Radio
Nacional de España se han sucedido en paralelo a su prestigio en este entorno,
siempre ascendente. Así lo demuestran sus habituales colaboraciones en las
revistas “Scherzo” y “El Arte de la Fuga” (ésta en formato
digital). Con otro gran musicólogo, Blas Matamoro, escribió “Vivir la ópera” (1994), “La ópera” (1995), “Morir por la ópera” (1996) y “Plácido Domingo: historia de una voz” (1996).
Además, es autor de los libros monográficos “Rossini” (1998) y “Verdi”
(2000) y, junto al musicógrafo Enrique Pérez Adrián, publicó “Los mejores discos de ópera” (2001) y
“Verdi y Wagner. Sus mejores
grabaciones en DVD y CD” (2013).
Pregunta: Simplemente
“divas”, pero esta palabra ¿tiene alguna procedencia semántica particular y
cuándo aparece?
Respuesta: Viene
del italiano: diosa. Se supone que fue Arthur Pougin quien la utilizó por vez
primera en un diccionario del teatro y la música en 1885, retomando un concepto
del diccionario Larousse de dos décadas atrás.
P: Hoy
el término se usa para cantantes del pop, ¿ya no hay divas en la ópera actual,
qué se necesita para que se considere tal cosa?
R: Para
ser una diva de ópera, aparte ser una excelente profesional que destaque sobre
sus colegas, esa distinción tiene que extenderse más allá de los márgenes de su
profesión; que entre los aficionados despierte pasiones y que, además, sea muy
conocida hasta por los que no son aficionados a la ópera. Si luego tiene una
vida de estilo un tanto inhabitual, es un aditivo interesante.
P: En
su libro hay un sinfín de anécdotas curiosas. ¿Cuál ha encontrado más
llamativa?
R: El
tema daba para una enciclopedia. Destaqué lo que me resultaba más interesante y
que más me llamara la atención. Me sobresaltó lo sucedido a la Saint-Huberty
quien, en compañía de su marido, fue asesinada por un criado, supuestamente por
orden de Fouché. Más divertido es el caso de la Pisaroni, que era tan fea que
cantaba de espaldas al salir a escena, así la belleza de su voz le allanara la
impactante impresión ante el público.
P: Cuando
uno piensa en una diva operística, el primer nombre que le viene a la cabeza es
Maria Callas. ¿Qué hizo de ella alguien tan especial?
R: Fue
una cantante extraordinaria, por la voz y su personalidad artística.
Revolucionó el mundo de la ópera, entonces ahogada en una letárgica rutina,
cambiando por completo sus costumbres. Aunque tuvo aspectos negativos: si bien
logró que grandes nombres de teatro y cine, en busca del espectáculo completo,
pasaran a dirigir óperas (especialmente Visconti), abrió el camino a una panda
de impresentables cuyos horrorosos montajes nos vemos hoy machaconamente
torturados.
P: Usted empieza su libro con Isabel de Médici (siglo XVI),
que “nunca
ofreció sus dones musicales en público debido a sus nobles orígenes” y sería
asesinada por su marido, por celos. ¿Cuál fue su divismo?
R: Sin
duda para sus contemporáneos fue una mujer, en el arte, superior a los demás.
La pobre tuvo poco tiempo de vida para disfrutar de sus cualidades. Murió sin
saber lo que era ser una diva. Por eso digo que fue una diva sin darse cuenta o
una pre-diva.
P: Esa
atracción hacia la diva habrá despertado muchas relaciones de musa-creador, o
vínculos a la manera de Pigmalión.
R: La
historia está llena de ejemplos de compositores que han escrito sus obras
pensando en cantantes determinadas. Aparte de la admiración, había interés: si
la ópera la estrenaba una cantante famosa las oportunidades de triunfar se
multiplicaban. El caso del Pigmalión más reciente, entre director y cantante,
es el de Tullio Serafin y Callas. Ésta, pese a su profesionalidad, inteligencia
e instinto musicales, prefería cantar un papel por vez primera preparándolo
antes con él.
P: ¿Hay
alguna cantante española que respondería al prototipo de diva?
R: Pienso
que ninguna. En los últimos tiempos ni Caballé, ni Lorengar, ni Berganza, creo,
entran en el calificativo tradicional o estricto. Son (o fueron) excelentes
profesionales, de vida privada más o menos convencional dentro de lo que es la
singularidad de su oficio, pero divas ¡nada! Victoria de los Ángeles, para mí
la más importante de todas, a menudo afirmó tajantemente que ella no era una
diva. Las actuales (Arteta, Rey, Ana María Sánchez y otras muchas más) son muy
buenas profesionales pero ahí se queda la cosa.
Publicado en La Razón, 30-VI-2015