sábado, 12 de septiembre de 2015

Fernando Fraga: “No hay ninguna diva española”


El estudioso de la ópera Fernando Fraga, en Simplemente divas (Fórcola Ediciones, 384 páginas, 23,50 euros), recorre la historia en busca de aquellas cantantes a las que sin duda se las podría llamar “divas”; entre ellas, la más famosa, Maria Callas.

Desde que en 1980 Fernando Fraga empezara a dedicarse al mundo de la música clásica como crítico en la materia y conferenciante, sus publicaciones e intervenciones en Radio Clásica de Radio Nacional de España se han sucedido en paralelo a su prestigio en este entorno, siempre ascendente. Así lo demuestran sus habituales colaboraciones en las revistas “Scherzo” y “El Arte de la Fuga” (ésta en formato digital). Con otro gran musicólogo, Blas Matamoro, escribió “Vivir la ópera” (1994), “La ópera” (1995), “Morir por la ópera” (1996) y “Plácido Domingo: historia de una voz” (1996). Además, es autor de los libros monográficos “Rossini” (1998) y “Verdi” (2000) y, junto al musicógrafo Enrique Pérez Adrián, publicó “Los mejores discos de ópera” (2001) y “Verdi y Wagner. Sus mejores grabaciones en DVD y CD” (2013).

Pregunta: Simplemente “divas”, pero esta palabra ¿tiene alguna procedencia semántica particular y cuándo aparece?
Respuesta: Viene del italiano: diosa. Se supone que fue Arthur Pougin quien la utilizó por vez primera en un diccionario del teatro y la música en 1885, retomando un concepto del diccionario Larousse de dos décadas atrás.
P: Hoy el término se usa para cantantes del pop, ¿ya no hay divas en la ópera actual, qué se necesita para que se considere tal cosa?
R: Para ser una diva de ópera, aparte ser una excelente profesional que destaque sobre sus colegas, esa distinción tiene que extenderse más allá de los márgenes de su profesión; que entre los aficionados despierte pasiones y que, además, sea muy conocida hasta por los que no son aficionados a la ópera. Si luego tiene una vida de estilo un tanto inhabitual, es un aditivo interesante.
P: En su libro hay un sinfín de anécdotas curiosas. ¿Cuál ha encontrado más llamativa?
R: El tema daba para una enciclopedia. Destaqué lo que me resultaba más interesante y que más me llamara la atención. Me sobresaltó lo sucedido a la Saint-Huberty quien, en compañía de su marido, fue asesinada por un criado, supuestamente por orden de Fouché. Más divertido es el caso de la Pisaroni, que era tan fea que cantaba de espaldas al salir a escena, así la belleza de su voz le allanara la impactante impresión ante el público.
P: Cuando uno piensa en una diva operística, el primer nombre que le viene a la cabeza es Maria Callas. ¿Qué hizo de ella alguien tan especial?
R: Fue una cantante extraordinaria, por la voz y su personalidad artística. Revolucionó el mundo de la ópera, entonces ahogada en una letárgica rutina, cambiando por completo sus costumbres. Aunque tuvo aspectos negativos: si bien logró que grandes nombres de teatro y cine, en busca del espectáculo completo, pasaran a dirigir óperas (especialmente Visconti), abrió el camino a una panda de impresentables cuyos horrorosos montajes nos vemos hoy machaconamente torturados.
P: Usted empieza su libro con Isabel de Médici (siglo XVI), que “nunca ofreció sus dones musicales en público debido a sus nobles orígenes” y sería asesinada por su marido, por celos. ¿Cuál fue su divismo?
R: Sin duda para sus contemporáneos fue una mujer, en el arte, superior a los demás. La pobre tuvo poco tiempo de vida para disfrutar de sus cualidades. Murió sin saber lo que era ser una diva. Por eso digo que fue una diva sin darse cuenta o una pre-diva.
P: Esa atracción hacia la diva habrá despertado muchas relaciones de musa-creador, o vínculos a la manera de Pigmalión.
R: La historia está llena de ejemplos de compositores que han escrito sus obras pensando en cantantes determinadas. Aparte de la admiración, había interés: si la ópera la estrenaba una cantante famosa las oportunidades de triunfar se multiplicaban. El caso del Pigmalión más reciente, entre director y cantante, es el de Tullio Serafin y Callas. Ésta, pese a su profesionalidad, inteligencia e instinto musicales, prefería cantar un papel por vez primera preparándolo antes con él.
P: ¿Hay alguna cantante española que respondería al prototipo de diva?
R: Pienso que ninguna. En los últimos tiempos ni Caballé, ni Lorengar, ni Berganza, creo, entran en el calificativo tradicional o estricto. Son (o fueron) excelentes profesionales, de vida privada más o menos convencional dentro de lo que es la singularidad de su oficio, pero divas ¡nada! Victoria de los Ángeles, para mí la más importante de todas, a menudo afirmó tajantemente que ella no era una diva. Las actuales (Arteta, Rey, Ana María Sánchez y otras muchas más) son muy buenas profesionales pero ahí se queda la cosa. 

Publicado en La Razón, 30-VI-2015