En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rolando Revagliatti.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una casa
grande, moderna, cálida, con varias habitaciones y otros espacios, una pileta de natación, un quincho, en el
centro de un predio muy amplio, con plantas y árboles y animales.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sí.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
Siempre
tuve varios amigos. Diversamente intensas, esas amistades. La categoría “amigo
íntimo” ha caído en desuso: hace justo dos décadas se extinguió el vínculo con
mi último amigo íntimo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Buscar, en
este caso, no sería para mí un vocablo apropiado. Valoro la integridad, el
tacto, la confianza, la discreción.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Ha
sucedido en numerosas ocasiones.
¿Es usted una persona sincera?
Sí;
procurando, como se dice, no herir susceptibilidades.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Mientras
sea acompañado por la mujer con la que sostengo un romance desde hace más de
treinta y cinco años…
¿Qué le da más miedo?
La
decadencia; no morir imperceptiblemente y dentro de pocos años.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Muchas
veces me he percibido escandalizado por el psicopático accionar de los poderosos (países,
empresas, personas).
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
No me
cuento entre los que decidieron convertirse en escritores. He tenido sí
formación artística e intelectual en mi juventud. No han carecido de premeditados
sesgos mis iniciativas. Por diversos andariveles he llevado una vida (bastante)
creativa. No sé qué habría hecho si no la hubiera sentido así; pero lo que sea
que hubiera hecho, lo habría perfeccionado.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No hacerlo
es una de las tantas mortificaciones con las que me asola mi neurosis.
¿Sabe cocinar?
No. Y
cuánto me enorgullecería por lo menos saber cocinar cinco o seis comidas
elaboradas. Pero no tengo disposición. Y envidio a los que la tienen. (Como
envidio a los que saben nadar, bailar, cantar, arreglar artefactos, solucionar
percances de orden doméstico, etc.)
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Por
surtidas razones, por la trascendencia que les cupo en diferentes etapas de mi
vida, atino a mentar a mi abuela materna, mi padre, mis ex amigos íntimos
Ramón, Nereo, Pablo, mi ex esposa, mi tío Marcos y mi tía Negra, nuestras
fallecidas gatas Boni y Pupé.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Lucidez.
¿Y la más peligrosa?
Imperialismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
He tenido
arrebatos, innumerables ataques de indignación. He deseado que colapsaran
determinados sujetos que rezumaban cretinismo. Hasta ahí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Socialistas.
En mi infancia, la que proclamaban mis padres, un socialismo parlamentario. En
mi juventud adherí, para ciertas coyunturas, a procedimientos revolucionarios.
En la actualidad, ya incorporé que el enemigo es invencible. Por lo cual estoy
con quienes propenden a defenderse implementando las mayores dosis de equidad
posible según sean las condiciones en cada etapa y región: “La construcción de alternativas de salida del modelo neoliberal,
aun con la herencia recibida, aun en un marco internacional con hegemonía
neoliberal.”
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Alguna
“cosa” que no sufra.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tengo.
¿Y sus virtudes?
Suelo ser
expeditivo. Sé decir “no”. Suelo retirarme de aquello que ya no me complace.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Imágenes
que remitan a mis bochornos y a mis satisfacciones.
T. M.