En 1972,
Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que
nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Luis Rafael Sánchez.
Si
tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál
elegiría?
Una calle arbolada en el West Side de Manhattan, por entre las
calles cuarenta y cuatro y ochenta y
cuatro.
¿Prefiere
los animales a la gente?
Prefiero la gente. Los animales son dependientes
y me fastidian las dependencias.
¿Es
usted cruel?
No.
¿Tiene
muchos amigos?
Los necesarios.
¿Qué
cualidades busca en sus amigos?
Honestidad, pero sin jactancia. Reniego de los totalitarismos cobijados por el adverbio más. Subo la guardia en cuanto
alguien se proclama el MÁS honesto, el MÁS
vertical, el MÁS patriótico, el MÁS justo.
¿Suelen
decepcionarle sus amigos?
Supongo que tanto como yo a ellos.
¿Es
usted una persona sincera?
Lo soy. Pero, evito que la sinceridad
se abisme en la crueldad.
¿Cómo
prefiere ocupar su tiempo libre?
Caminando.
¿Qué
le da más miedo?
Perder el control de la vida a causa
de una enfermedad terrible.
¿Qué
le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La fe religiosa que patrocina el
asesinato. Religión, ¡cuántos crímenes se
cometen en tu nombre! He escrito artículos sobre el particular. Pienso en Malala tiene quién le escriba. Pienso en
Donald el Impeorable. Pienso en Homocidio,
sobre el infierno que desató Omar Mateen en la discoteca Pulse. La prensa indaga ahora si el señor Mateen era homosexual.
Vaya trabalenguas trágico el que sugiere tan grandísimo cabrón: Homosexual homófobo acaba de homocida.
Si
no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No sé.
¿Practica
algún tipo de ejercicio físico?
Desgraciadamente no.
¿Sabe
cocinar?
No.
Si
el Readers Digest le encargara
escribir uno de esos artículos sobre un
personaje inolvidable, ¿a quién elegiría?
Elegiría a alguien grande y sencillo.
Pero, de una grandeza y una sencillez nada beatas. Inolvidable por haber sido coherente
mientras ocurrió su vida.
¿Cuál
es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Paz.
¿Y
la más peligrosa?
Paz.
¿Alguna
vez ha querido matar a alguien?
Matar no, estrangular sí.
¿Cuáles
son sus tendencias políticas?
Las que intentan sacar a la raza
humana del hoyo.
Si
pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Atleta para sudar a
chorros con el cuerpo. Director de cine para sudar a chorros con la mente.
¿Cuáles
son sus vicios principales?
Sólo llevo cuenta de los
secundarios.
¿Y
sus virtudes?
De las virtudes me cuide Dios, que
de los vicios me cuido yo.
Imagine
que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían
por la cabeza?
Las imágenes de cuanto no hice, ya
fuera por exceso de sensatez o exceso de cobardía. Doble ahogamiento, me queda
claro.
T.
M.