lunes, 19 de diciembre de 2016

Entrevista capotiana a Daniel Guebel

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Daniel Guebel.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una ciudad con acceso a playa, lagos y montañas.
¿Prefiere los animales a la gente?
Somos animales.
¿Es usted cruel?
No siempre.
¿Tiene muchos amigos?
No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Las encuentro y no las busco.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí. No. No sé. A veces. Siempre. Nunca.
¿Es usted una persona sincera?
No es tan sencillo. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Desocupándolo.
¿Qué le da más miedo?
Todo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La violencia moral de las bestias.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Dedicarme a las matemáticas, la física, la filosofía, la teología, la mística, el atletismo, el buceo, la astrofísica, la astronáutica.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Natación y kinesiología.
¿Sabe cocinar?
Huevos fritos, arroz salteado, milanesas, ensaladas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Escoto Erigena. Roger Bacon. Tycho de Brahe.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Fin.
¿Y la más peligrosa?
Callate.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Cambiantes.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Soy un ser, así que tal vez me gustaría pasar a ser cosa.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El enroscamiento, la mala percepción de las necesidades ajenas, el deseo de imponer mi criterio, el desprecio.
¿Y sus virtudes?
Dejemos que las enumere el enemigo; si las encuentra, es que existen.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? 
La imagen del aire.
T. M.