martes, 28 de febrero de 2017

Entrevista capotiana a Juanjo Braulio

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juanjo Braulio.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La isla de Högmarsö, en el archipiélago de Estocolmo, en Suecia.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de qué animales y de qué gente. Los hay adorables en ambos bandos. Y también despreciables.
¿Es usted cruel?
Cuando imagino asesinatos para mis novelas, mucho.
¿Tiene muchos amigos?
Más de los que mi tiempo, y el de ellos, me permite atender como me gustaría.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Inteligencia, comprensión y empatía.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Si son mis amigos, nunca. Los que pretenden, o han pretendido serlo, a la primera de cambio. Pero solo lo pueden hacer una vez.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo razonable.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, tocando la guitarra y supervisando la tarea de las musarañas. Sobre todo eso último.
¿Qué le da más miedo?
El sectarismo cerril.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que un futbolista pegando patadas  o un famoso de hojalata sin oficio ni beneficio gane más que un médico. Me supera.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Honestamente, no lo sé.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Aikido.
¿Sabe cocinar?
Soy hijo, nieto y bisnieto de cocineros de la playa de Valencia. Lo de saber cocinar viene en los genes.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Estaría entre dos paisanos míos -valencianos- injustamente tratados y olvidados: Rodrigo de Borja (que fue Papa con el nombre de Alejandro VI) y el escritor Vicente Blasco Ibáñez.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
“Mañana”.
¿Y la más peligrosa?
Es más bien una frase: “Lo que hay que hacer para arreglar esto es…” Siempre acaba mal.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Claro. Si no, no escribiría novela negra. Pero matar en la ficción es mucho más seguro. Y también divertido porque lo puedes hacer más de una vez.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Todas las mías.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Músico.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Probablemente, la pereza. De la gula me estoy quitando y la envidia me parece una pérdida de tiempo.
¿Y sus virtudes?
La empatía y la generosidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un puñado de sonrisas escogidas: la de mi mujer, la de mis padres, la de mis hermanas, la de mis sobrinos y la de mis amigos. Morir ahogado es ya  lo bastante horrendo como para hacer el trago aún más amargo con malos recuerdos. 

T. M.