En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Máximo Hernández.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi hogar.
¿Prefiere los animales a la gente?
No
¿Es usted cruel?
Supongo que todos lo
somos alguna vez, incluso sin darnos cuenta.
¿Tiene muchos amigos?
No. Supongo que solo
los merecidos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Las que yo no tengo,
que son muchas. Pero no las encuentro fácilmente.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Solo cuando se
empeñan en no mostrar las cualidades de las que yo carezco.
¿Es usted una persona sincera?
Casi siempre.
Aunque a veces, pocas, por no hacer daño prefiero el silencio.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo,
escribiendo, escuchando música (preferiblemente de entre 1955 y 1975), viendo
una buena película (preferiblemente de antes de los 60).
¿Qué le da más miedo?
Socialmente,
los fanatismos. Individualmente, la enfermedad invalidante.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Ya soy muy mayor
para que nada me escandalice, pero cabrearme, me cabrean la gran mayoría de
políticos actuales.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Vivir: es
decir leer, escuchar música, disfrutar del buen cine…
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No. Bueno,
pasear tranquilo con mi mujer, si es que eso entra en la categoría de ejercicio
físico.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Edmundo Dantes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Tantas y tan usadas
que han llegado a no significar nada: libertad, igualdad (la de fraternidad ya
ni la considero, esa se ha perdido totalmente).
¿Y la más peligrosa?
Las
palabras solo son peligrosas según con quien se junten. Por ejemplo: yo y creo,
cuando se juntan, suelen entrañar mucho peligro.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero me he
contenido.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Un amigo me decía
hace poco que soy una especie de patriota humanista. Quiero encontrarme a gusto
en esa definición.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Acabo de
pasar a ese estado: jubilado.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los vicios solo son
vicios si se confiesan.
¿Y sus virtudes?
Para esto siempre es
mejor aplicarse aquello de “dime de qué presumes…”
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que una
botella de oxígeno. Después, cuando viera que no había solución, las de todo el
mundo: mujer, hijas, padres, hermanos, en fin eso tan denostado últimamente
pero a lo que todos nos aferramos, la familia.
T. M.