martes, 14 de marzo de 2017

Gloria Fuertes, más allá de la niñez


El próximo 17 de julio se cumplirá el centenario del nacimiento de Gloria Fuertes, para siempre asociada a la poesía pensada, escrita y recitada para los niños. Lo que está grabado en su lápida –murió en 1998 por un cáncer de pulmón– pondrá al lector no familiarizado con esta poeta tan popular gracias a la televisión en los años setenta sobre la pista de alguien para quien las letras lo fueron todo: “Poeta de Guardia. Ya creo que lo he dicho todo. Y que ya todo lo amé”. Y su amor en público principal fueron los niños, y aún hoy lo sigue siendo mediante la Fundación Gloria Fuertes, que cuida una obra que va mucho más allá de los libros infantiles y que incentiva tanto la literatura entre los más pequeños como el apoyo a los poetas jóvenes. Precisamente, la Fundación está preparando una serie de actos a lo largo del año que desembocarán en la Feria del Libro de Madrid.

Ahora varios libros nos acercan a sus versos, así como a su trayectoria vital. La editorial Reservoir Books publica “Me crece la barba. Poemas para mayores y menores”, una antología al cuidado de Paloma Porpetta, presidenta de la fundación y albacea de su legado, que mezcla sus piezas para niños y adultos, pues en muchas ocasiones el tono y el estilo no diferían demasiado. Y es que, como dejó dicho en el prólogo de “Isla ignorada”, su primer poemario: «Mi poesía está aquí, como nació –sin ningún ropaje de retórica–, des­calza, desnuda, rebelde, sin disfraz. Mi poesía recuerda y se parece a mí». La crítica, desde luego, ha estado de acuerdo, y además hay que decir que Fuertes ha sido integrada en las principales antologías de poesía española del siglo XX, sin que su orientación hacia la literatura infantil la perjudicara. 

Versos desde el corazón

Por ejemplo, El estudioso José Paulino Ayuso, en una selección de lo mejor de nuestra poesía del periodo 1940-1980, habló de su obra en estos términos: “Su poesía tiene un carácter biográfico, coloquial, de expresión directa y, a la vez, concentrada y humorística”. Fuertes recogería ampliamente parte de su producción en “Historia de Gloria (Amor, humor y desamor)” (1980), que mostraba lo mejor de sus libros más importantes: el que significó su debut, en 1950, más “Aconsejo beber hilo” (1954), “Antología y poemas del suburbio” (1954), “Todo asusta” (1958), “Que estás en la tierra” (1962) o “Poeta de guardia” (1980). Es más, incluso la poeta aparecería en el emblemático “Poesía social”, de Leopoldo de Luis, que en 1965 agrupó la obra poética española de posguerra que buscaba “fundirse con la situación real de las gentes de su tiempo”. Ella misma decía no saber si su poesía era “social, mística, rebelde, triste, graciosa o qué”, pero algo tenía claro: que estaba destinada a la Humanidad para emocionarse, hallar consuelo o alegrarse, que estaba escrita con amor y desde el corazón.

En todo caso, para quien quiera tener un vistazo general de su prolífica obra, ahora dispone de “Geografía humana y otros poemas” (Nórdica Libros), con ilustraciones de Noemí Villamuza y prólogo de un viejo amigo suyo, Luis Antonio de Villena, que habla de cómo «pocos poetas modernos han sido tan leídos y populares como Gloria Fuertes –que llegó a ser hasta personaje de sketches cómicos–, pero pocos poetas también tan incomprendidos, en un afán malo y torpe de que la sabia facilidad le restara prestigio». El libro además se completa con el poema de otro amigo, José Hierro, dedicado a ella: «Hablo con Gloria Fuertes frente al Washington Bridge». Otros grandes de la literatura como Camilo José Cela o José Manuel Caballero Bonald se encontrarían entre sus más fervientes admiradores.

La tercera gran novedad es “El libro de Gloria Fuertes” (Blackie Books), que en edición de Jorge de Cascante nos acerca la vida y la obra de la autora nacida en Lavapiés de manera ciertamente variada: con más de trescientos poemas, algunos de ellos inéditos, ochenta fotografías, doce dibujos hechos por la propia Fuertes y un completo relato biográfico, a lo que se añaden materiales diversos como recortes de prensa, páginas de sus cuadernos de notas e incluso un pequeño cómic, obra de Carmen Segovia, que recrea su paso como profesora universitaria en Estados Unidos. Un episodio de su vida poco conocido para el gran público, que la asociará sobre todo a sus intervenciones en programas de TVE tan populares como “Un globo, dos globos, tres globos” y “La cometa blanca”.

Efectivamente, en 1961 recibiría una beca Fulbright para enseñar durante tres cursos literatura española en la Universidad de Bucknell (Pennsylvania). Como dijo ella misma, la primera vez que entró en la universidad fue para dar clases. Su origen modesto –cuarta de cinco hijos de un conserje y de una costurera que fallece cuando ella tiene quince años (dos años más tarde muere su hermano Angelino, atropellado)– y la necesidad de ponerse a trabajar muy joven en una fábrica como contable le impide forjarse una andadura académica, aunque a la vez que sigue trabajando en asuntos administrativos podrá estudiar biblioteconomía y colocarse en una biblioteca pública. En paralelo, su pulsión poética nace con una fuerza ingobernable: sus primeros versos los escribe a los catorce años, y poco después hasta los lee en Radio España de Madrid. Al conocer a Carlos Edmundo de Ory, se une al grupo de los llamados postistas, con otros autores que serán muy importantes, como Ángel Crespo y Francisco Nieva, y en 1952 funda la revista “Arquero” con, entre otros, Antonio Gala.

Millonaria póstuma

Toda esta trayectoria “adulta”, no exenta de poemas duros en los que Fuertes lamentaba con gran dolor la soledad que por momentos sufrió de manera devastadora, contrasta con su imagen bienhumorada en la televisión y la radio hasta convertirse en una autora superventas, incluso fuera de España; es el caso de “Cangura para todo”, que en 1975 fue galardonado con el diploma de Honor del Premio Internacional de Literatura Infantil Hans Christian Andersen. Trajeada de forma masculina a menudo en sus apariciones públicas, a veces a bordo de una Vespa, muchos televidentes la recordarán con un inseparable cigarrillo y la voz ronca que la hizo ciertamente una diana fácil de parodias (la más célebre, la de Martes y Trece). 

En lo que respecta a su intimidad, tal vez sorprenda saber que Fuertes vivió en un piso de la Castellana de forma muy austera, siempre con una botella de whisky a mano, pero que dejó cien millones de pesetas a su muerte, que donó a La Ciudad de los Muchachos. De su vida más íntima, se dijo que tuvo amoríos muy joven con su vecino Miguel Gila, pero sus allegados en realidad conocían perfectamente su orientación homosexual. Fue la hispanista Phyllis Turnbull, que justamente le abriría las puertas para la beca americana, la gran compañera de su vida; estuvieron juntas unos quince años, hasta 1970, un año antes de su muerte. Como siempre, Fuertes buscó apaciguar el dolor mediante la poesía. Mucho tiempo atrás, había dicho en un poema cuya brevedad compone casi un aforismo, una declaración de intenciones que dentro de pocos meses cumple sus primeros cien años: “Me manifiesto en poesía / para tardar menos / en deciros más”.

Publicado en La Razón, 12-III-2017