Esta es una de las grandes, grandes, grandes novelas de los últimos lustros. No habrá trascendido de su ámbito inglés tal vez, ni será recordada por los críticos con más voz internacional, pero es una auténtica maravilla que, menos mal, una editorial exquisita como Piel de Zapa ha rescatado. Se publicó el mismo año en que su autor, Malcolm Bradbury, moría, 2000, y en que recibía el título de Comendador de la Orden del Imperio británico por su contribución a la literatura. Y en efecto, había disfrutado de un prestigio inmenso como profesor en la Universidad de East Anglia, y divulgado la obra de novelistas modernos como Evelyn Waugh o E. M. Forster, además de ser también un reconocido especialista en literatura norteamericana, como lo demuestra su edición de clásicos como “El gran Gatsby” de F. S. Fitzgerald.
Con todo, nueve exitosas novelas y un libro de cuentos le contemplan, a lo que hay que sumar su trabajo para la televisión, con guiones para diferentes series o adaptaciones de novelas de Tom Sharpe o Kingsley Amis. Toda una variada trayectoria en la que predomina un sentido del humor absolutamente genial, de una inteligencia demoledora, con el que se burla de las elites intelectuales y los ámbitos universitarios tanto como de las políticas europeístas y los poderes económicos que dominan el mundo. Ello se aprecia en libros como "¿Por qué venir a Slaka?" (1986) –en el que parodiaba las guías de viaje a partir de la invención de un país ficticio de Europa oriental, un lugar que repitió para una de sus novelas–, o la novela “The History Man” (1975), que era una tremenda sátira de las universidades británicas que adaptó la BBC.
Estos apuntes a la labor crítica y literaria de Bradbury son esenciales para entender mejor el grado de conocimiento literario y profundidad sarcástica que se asoma en cada una de las páginas de “Doctor Criminale” (traducción de Jofre Casanovas). Se cuenta en ella cómo un periodista joven de un medio recién desaparecido emprende de casualidad una labor tan interesante como difícil: colaborar en un documental sobre el famoso Doctor Criminale, el llamado Lukács de los Noventa, un súper pensador que es reclamado en todos los foros importantes, que siempre está viajando por el mundo entero y conoce de cerca a los políticos más influyentes: Bush, Gorbachov, Castro…, o sale fotografiado con estrellas como Madonna. Así, Francis Jay se lanza a averiguar datos íntimos del célebre intelectual por Austria, Hungría e Italia hasta encontrarse con un personaje tan escurridizo como lacónico, tan brillante como inseguro. Es todo una historia rocambolesca en que se va describiendo la Europa que acababa de ver derribarse el Muro de Berlín y va a ver la creación de la Comunidad Económica Europea. En este sentido, resulta impresionante cómo Bradbury analiza la situación sociopolítica con tanta astucia y lucidez que parece que haya escrito la novela estos meses.
Las continuas referencias al desplome de las ideologías, a los arquetipos culturales y nacionales y a los asuntos fiscales secretos de Suiza son sólo uno de los incontables alicientes que tiene este relato en primera persona desternillante que no puede soltarse de principio y fin; y también trepidante, porque el protagonista tendrá que seguirle los pasos a Criminale de congreso en congreso, acompañado de una de sus editoras (un personaje húngaro absolutamente memorable), con el objetivo de ver el lado humano y hasta morboso de alguien que es poco menos que dios en el universo filosófico contemporáneo. Una obra total, maestra, inolvidable.
Publicado en La Razón, 13-IV-2017