lunes, 17 de julio de 2017

Entrevista capotiana a Carmela Díaz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carmela Díaz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una isla de arenas coralinas, aguas cristalinas y templadas, cuajada de vegetación y con un sol eterno.
¿Prefiere los animales a la gente?
Según qué gente. Pero adoro a los animales. Y cuantos más años cumplo, más me enternecen y más los admiro. Nos superan en tantas cosas…
¿Es usted cruel?
No. Aunque me vendría bien saber manejar ciertas dosis de crueldad para desenvolverme con acierto entre estas turbas contemporáneas que nos rodean.
¿Tiene muchos amigos?
Los suficientes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad y comprensión.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
Demasiado. Y la sinceridad en los tiempos de la demagogia y lo políticamente correcto hasta el absurdo no es un valor en alza.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Viajando. Leyendo. Escribiendo. Ideando historias y personajes. Husmeando tendencias gourmet. Y no necesariamente por este orden.
¿Qué le da más miedo?
Las pérdidas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El odio. También la intolerancia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
¡Tengo tantas inquietudes! Ejercer de aventurera (exploradora, arqueóloga, astronauta…). Si hubiese tenido las aptitudes necesarias, me habría encantado ser una deportista de élite. Y si me lo pudiese permitir, sería viajera: me dedicaría a empalmar un destino tras otro.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No. Ni me interesa. Ma aburre mortalmente el culto al cuerpo y quienes lo practican. Una cosa es cuidarse y otra ser esclavo de la vanidad.
¿Sabe cocinar?
Me defiendo. Pero lo que realmente me apasiona es disfrutar de la comida con su posterior sobremesa en buena compañía. La gastronomía es mi principal vicio confesable.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Dios (si existiera).
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sonrisa. Ni siquiera hace falta una palabra ante una sonrisa veraz.
¿Y la más peligrosa?
A nivel social, el odio. A nivel personal, el miedo (asesina muchas ilusiones).
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Figuradamente, a diario. Con una intención real, jamás.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La rebeldía.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una súper heroína. ¿Mi súper poder? El ser capaz de teletransportarme en el tiempo y en el espacio.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Casi todos los inofensivos.
¿Y sus virtudes?
Que las enumeren otros… si es que encuentran alguna.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Ni idea. Y prefiero no saberlo. Los pensamientos e ideas que gobiernan mi cabeza tienen vida propia y muchas veces aventajan a mi voluntad.

T. M.