En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Carlos Rodrigo Breto.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Indudablemente,
en el interior de alguna novela: tal vez en la Vetusta de Clarín, o siendo un
personaje de “La broma infinita” de Foster Wallace… Pero siendo algo más
realista, en la ciudad de Praga, en concreto en el interior de esa casita azul
de la calle de los alquimistas en donde Kafka escribió parte de “El castillo”.
Es una casa tan diminuta que todo te queda muy a mano. Con lo que odio subir
escaleras.
¿Prefiere los animales a la gente?
Pues no.
Prefiero a la gente, aunque en este caso puedo citar a Bukowski como respuesta:
“No es que odie a la gente, solo que soy más feliz cuando no están a mi
alrededor”.
¿Es usted cruel?
Si es cruel citar a
Bukowski… pues sí soy cruel. Bueno, fuera bromas, necesito ser directo y decir
lo que pienso. Me molesta mucho lo políticamente correcto y a veces no poder
expresarme con una opinión fundamentada. Si se considera una crueldad a decir
las cosas como creo que se deben decir, entonces, vivimos en un mundo que se ha
convertido, además de hipócrita, en cruel. Qué paradoja.
¿Tiene muchos amigos?
Pues
conocidos tengo muchos…, pero amigos los necesarios: dos o tres, y son de la
infancia.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Qué me soporten. Eso
es lo más importante. Como escritor que soy me muevo en los límites de la
manía, de los tics y de los tocs, de la histeria y la bipolaridad y, por
supuesto, de la eterna mala leche. Por eso necesito que los amigos sean
enormemente pacientes y comprensivos con alguien que parece que no hace nada
durante todo el día mientras ellos trabajan y luego, además, no deja de
quejarse.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Ya no. Antes me
entristecían algunos comportamientos, pero he aprendido que eso es culpa mía.
Se trata de no esperar nada, así no te decepcionas, y lo que venga después,
pues son todo alegrías.
¿Es usted una persona sincera?
Soy
escritor, vivo de la mentira, de la fabulación, del artificio. ¿Cómo voy a ser
sincero?
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Este es
uno de mis secretos: no tengo tiempo libre, igual que tampoco me aburro nunca.
Siempre estoy empleando el tiempo en algo, generalmente en cosas que ocurren
dentro de mi cabeza. Me atrevería a decir que ando escribiendo permanentemente,
de memoria, tomando notas, desarrollando historias, fabulando… Siempre estoy
recibiendo información que puede ser aprovechable en mi progreso como escritor
o estudioso de la literatura; cuando leo, cuando escucho música, cuando paseo o
cuando veo una película. Todo es material de trabajo. Por eso no tengo tiempo
de ocio, porque mi ocio es alimento creativo, muchas veces de forma
involuntaria. Y por ello, tampoco me aburro nunca, aunque envidio a las
personas que son capaces de desconectar y descansar, porque yo no lo consigo ni
durmiendo.
¿Qué le da más miedo?
Hay un
montón de cosas que me dan miedo. Soy un ser asustadizo por naturaleza. Por ese
motivo, para defenderme del pavor y de las ofensas del día a día, he buscado
refugio en la literatura que, por cierto, también me asusta bastante. Pero,
sobre todo, lo confieso, algo especialmente pavoroso es enfrentarme a las
llamadas de teléfono. Sinceramente, no puedo con ellas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Creía que
a medida que cumpliera años, las cosas me irían resbalando, pero ha ocurrido al
contrario. La inmoralidad, la desfachatez, la corrupción, la falta de
principios, la cara dura y especialmente, la grosería y la insolidaridad, me
escandalizan terriblemente. Es más, me perturban.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera
gustado ser tenista o trabajar como farero en un lugar bien apartado de todo.
Realmente esta segunda opción me gusta más que la del tenis… Incluso me gusta
más que la de ser escritor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Teniendo en
cuenta que gran parte de mi vida la dediqué, profesionalmente, a ser profesor
de tenis y pádel, creo que ya hice todo el ejercicio físico que me tocaba. Así
que la respuesta es obvia: no.
¿Sabe cocinar?
Digamos
que me defiendo con algunas cosas. Me considero un chef con cinco estrellas en lo
denominada “cocina de salón”. Soy un teórico de los fogones. Toda ciencia
necesita de sus teóricos para poder consolidarse. Pues ese soy yo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Me
gustaría entrevistar a Stalin y, después, darle con un piolet en la cabeza.
Pero en su defecto, por lo del piolet lo digo, no por la entrevista en sí, me
conformaría con Kim Jong-un.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Roma, porque es
símbolo de eternidad y, al revés, se lee amor.
¿Y la más peligrosa?
Oído,
porque hay que tener mucho cuidado con lo que escuchamos, toda esa sarta de
mentiras, insultos, manipulaciones, que buscan convertirnos en enemigos a unos
de otros…, y porque al revés, se lee odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No pasa un
día en que no quiera matar a alguien. Soy muy matarife para según qué cosas…
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No tengo. No creo en
la política. Cuando un líder político crea en mí, yo creeré en él. En eso me
pasa como con las camisetas de los grupos de rock. ¿Llevan los Rolling Stones
una camiseta con mi cara? Pues que no esperen que lleve yo una con las suyas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si pudiera
ser un alimento, desde luego uno de los buenos: un bocadillo de chorizo de
calidad o una ración de callos. Pero si tuviera que ser un animal, en concreto un
insecto, pues el chinche asesino o Rhinocoris Iracundus. Lo vi el otro día en
el zoo de Madrid y me resultó fascinante. Y si fuera un edificio, pues la
sinagoga Viejo-Nueva de Praga por aquello de que allí reposa el Golem… O
incluso sería el propio Golem, pero con las virtudes letales del Iracundus.
¡Eso sería mucho mejor!
¿Cuáles son sus vicios principales?
Fumar en pipa.
Disfrutar de un buen whisky, un buen coñac, de una buena comida, de un buen
licor balcánico, y de ver agonizar a mis enemigos. Esto último, más que vicio,
es entretenimiento.
¿Y sus virtudes?
Pues también me
gusta ver agonizar a los enemigos de los demás… No, seamos serios, mi principal
virtud es que soy tenaz, mantengo un gran empeño por lograr metas que parecen
disparates. Así, me hice profesor de tenis, disk-jockey, bombero forestal o
Doctor en Literatura. Si continúo percutiendo, puede que un día logre el mayor
disparate de todos: ser escritor.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Dentro del
esquema clásico…, supongo que mi vida brincando como un saltimbanqui. Pero yo
no soy mucho de esquemas clásicos, y estoy demasiado cansado y mayor para las
acrobacias, así que es muy posible que mi cabeza se llenara de pensamientos absurdos
como cuando Sam Neill en “Calma Total” chupa el aire de unas tuberías del
barco, o de esos memos de los Kingsman cuando hacen lo mismo con unas duchas
que han desmontado. Así que mi último pensamiento sería, seguro: ¡Denme un tubo
que chupar!
T. M.