En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de David Cantero.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una hermosa
casa frente al mar.
¿Prefiere los animales a la gente?
Con bastante
frecuencia, cada vez más.
¿Es usted cruel?
A veces.
La ironía suele serlo y yo soy bastante irónico.
¿Tiene muchos amigos?
No. Pocos.
Poquísimos. No sé si aún queda alguno…
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que no
molesten demasiado, que estén cuando haga falta, que sean leales.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Algunos lo
hicieron y ya no lo son.
¿Es usted una persona sincera?
Con mucha
prudencia; ser sincero puede ser un peligro y una terrible muestra de mala
educación.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Holgazaneando,
cerca del mar, al lado de mis hijos, mi mujer y mis guitarras.
¿Qué le da más miedo?
La vejez, la
decrepitud, la demencia, la incapacidad… La muerte a veces también.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La
gilipollez que se ha ido apoderando de los humanos desde que llegó internet. La
imparable idolatría por las pantallas. La desaparición del verdadero arte. La
impertinencia, la prepotencia, la ignorancia que inunda todo… Muchas cosas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Tocar la
guitarra, componer, pintar y dibujar… (Pero ya lo hago.)
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Todo lo
que puedo: judo, remo, bici, Cross Fit, surf, esquí, sexo…
¿Sabe cocinar?
Como una buena
madre.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Paul
Klee o Hergé como artistas; a James Lovell
o a Neil Armstrong como mis verdaderos héroes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Salud
(referida a estar sano y lleno de energía).
¿Y las más peligrosas?
Cáncer,
enfermedad, pena, remordimiento, vanidad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Casi todos
los días quiero “matar” a alguien. Especialmente a los malos, hay muchos,
demasiados.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No quiero
saber nada de mis tendencias políticas, son demasiado confusas y
contradictorias. No me interesan. Me aburre poderosamente el cuento de la
política, de los políticos y sus “vocaciones de servicio”…
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un enorme
castaño o un pruno; tal vez un lobo, un delfín o un elefante.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El tabaco
y los gin tonic. La perspicacia, el pensamiento.
¿Y sus virtudes?
Haber
aprendido a ser más paciente, ser muy terco y perseverante, mi capacidad autodidacta, mi independencia, ser
capaz de vivir sin molestar a nadie
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Seguro que
las de los rostros de mis hijos, imágenes de sus vidas a mi lado.
T. M.