Julio Verne
sigue viajando, llevándonos alrededor del mundo, y de eso el mejor especialista
es Eduardo Martínez de Pisón (1937), que ya ofreció «Claudius Bombarnac,
corresponsal de “El Siglo XX”» (2013), comparación de la Ruta de la Seda con el
itinerario establecido por el narrador viajero más sedentario: al que escribió
a destajo sufriendo diabetes, úlceras, desmayos, parálisis faciales y pérdida
de vista y oído. Más tarde, vio la luz “La tierra de Julio Verne. Geografía y
aventura” (2014), donde abordó la relación entre la base geográfica de sus
relatos, unas veces realista y otras fantástica, y las peripecias que acabaron
protagonizando sus populares personajes.
Arrojaba así luz el historiador
vallisoletano al proceso de escritura de Verne analizando los viajes recreados
en mares, islas, montañas, cavernas, volcanes, ríos, bosques, ciudades y hasta
la luna. Ahora, va un paso más allá, más adentro en el lugar más enigmático,
bajo nuestros pies; de tal modo que si en ese libro tenía una importancia
capital «Viaje al centro de la tierra», en este nuevo trabajo se retoma el
volcán islandés por donde entran el profesor Lidenbrock y Axel y lo extiende a otras obras
literarias, pues no en vano hay una “muy antigua, repetida y cualificada
costumbre de descender a los infiernos. Aquí encontraríamos nada menos que a
Homero, a Virgilio, a Dante o a Quevedo”. Martínez de Pisón explora con
erudición y brillantez los descensos de tipo infernal o evangélico, y
aventurero o mitológico, como en el que caso de Orfeo, “cuya fabulosa y triste
historia de amor se convirtió en ejemplo sustancial en nuestra cultura”, o en
el de uno muy olvidado hoy en día pero que se explica de manera pormenorizada:
el de Nasias, un personaje maléfico de un relato de George Sand titulado
“Laura”, en que el viaje tiene rasgos alucinógenos y poéticos.
Publicado
en La Razón, 13-IX-2018