En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Adolfo Domínguez.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una casa construida
sobre una colina desde la que veo una presa inmensa, como el mar. No ves la
orilla. Una brisa cálida, que me desnuda por dentro, sopla siempre. La luz del
cielo no nos deja dormir.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, el ser
humano tiene un cerebro tan poderoso, un lenguaje con tantos matices, desde
Shakespeare a Charlot, que lo hace el animal más divertido del universo que
conocemos.
¿Es usted cruel?
No, pero si me
tocara alguien al lado cruel, que sucede, y fuera a por mí o por otros, lo
destruiría sin dudarlo aunque me fuera la vida en ello. No me quedaría
quietito.
¿Tiene muchos amigos?
Vivo y trabajo entre
gente, pero soy introvertido, para descansar necesito estar solo. No desconecto
entre la multitud o en una discoteca. Necesito la naturaleza.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que me descubran
cosas que me lleven a otro lugar. Sea música, física o botánica.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Ya no. Todo cambia,
las alianzas, los amores son cambiantes. Ya lo he aceptado hace mucho tiempo.
¿Es usted una persona sincera?
Solo con
la gente a la que quieres mucho. Con el resto prefiero ser cortés. La vida
sería invivible si todos fuéramos contando lo que pasa por nuestras cabezas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Yo usé mi tiempo
libre escribiendo. Me encanta y me ayudó a poner orden en mi vida.
¿Qué le da más miedo?
¿Qué le da más miedo?
Ya no me
da miedo nada. Con los años acepté que, aunque todo es frágil, en la vida hay
que empeñarse en construir. Pero si viene un vendaval, escapa si puedes y empieza
a hacer tu nido en otro lado. Sin más dramas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Nada humano me
sorprende, todo es posible, lo sublime y lo horrible. La vida es amor y muerte.
Y todo cambia. Y no escapamos a la ley de la entropía, es una ley física. Un
castillo de arena en la playa, en pocos días vuelve a ser arena.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hacer un
jardín, por ejemplo, aunque nunca tuve tiempo para ello. A mí me gustan muchas
cosas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Siempre lo
practiqué. Natación hasta hace poco y desde entonces yoga diario. Soy adicto.
¿Sabe cocinar?
Muy pocas cosas.
Gazpacho, salmorejo que me encantan y las ensaladas que suelo tomar, por
ejemplo, la de apio, nueces y manzana. Y mucha fruta. No soy de cocinar con
fuego. Yo aún no llegué ahí (es un invento raro)
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Darwin y el viaje
del Beagle. Es una odisea reciente. Y aun no hubo un Homero que lo contara. Las
novelas que hay sobre ese viaje son insuficientes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
¿Y la más peligrosa?
Patria.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero no lo hice
gracias a Dios.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Nací con gen
igualitarista, pero valoro la libertad sobre todas las cosas. Sobre ese eje cuajaron
las únicas sociedades en las que merece la pena vivir. No me gustan las
ciudades dirigidas por clérigos o militares. Las prefiero dirigidas por
mercaderes, inventaron y sostuvieron la democracia. Atenas, Amsterdam… y de
ahí, todas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Quizás
físico y si no, pianista.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Inconfesables.
Pertenezco a un tiempo que diferencia lo público de lo privado.
¿Y sus virtudes?
Que las digan los
que me rodean. Uno no es objetivo, aunque los otros tampoco.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Ninguna. Se
me revelaría, por fin, el gran azul, ese que me acecha desde que nací.
T. M.