Hace escasos días, se presentaba en Gran Canaria el libro
recopilatorio “Pérez Galdós en el vértice. Veinticuatro miradas”, preparado por
Yolanda Arencibia y José Miguel Pérez y en el que se reunía todos los prólogos
del gran proyecto de obras completas "Arte, Naturaleza y Verdad", que
en su día se pidieron a escritores o historiadores relevantes. Un buen
aperitivo sin duda para lo que nos espera el año que viene, cuando se celebrará
el centenario de la muerte del autor de “Fortunata y Jacinta”. Así las cosas,
en aquella doble docena de tomos tenía que aparecer el entorno humano y
artístico del autor, y por supuesto se asomaba la figura de una dama de las
letras de carisma e interés incuestionable, Emilia Pardo Bazán.
A ella se ha dedicado Isabel Burdiel con esmero y
meticulosidad, hasta lograr esta impecable biografía, que rastrea su escritura
y existencia, su pensamiento y contradicciones, su activismo feminista y su
carácter tan españolista como europeísta. Pero, sobre todo, como biógrafa, a
Burdiel le interesa “ese cruce entre vida y obra en manos de alguien que no
podía, de ninguna forma y en ningún momento, vivir la vida sin la mediación del
arte”; una percepción “que ha sido especialmente intensa al escribir sobre los
amores de Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós o, más exactamente, sobre la
concepción del amor que ambos podían tener, del amor al que aspiraban, de lo
que construyeron juntos, o se frustró, en ese fugaz momento en que sus anhelos
personales y sus mundos de ficción se cruzaron”.
La también responsable de libros biográficos tan
sobresalientes como “Isabel II. No se puede reinar inocentemente” (2004) e “Isabel
II. Una biografía (1830-1904)” (2010), amén de especialista en una madre y una
hija también pioneras en los derechos de las mujeres: Mary Wollstonecraft y
Mary Shelley, se convierte de este modo en la biógrafa definitiva que
necesitábamos de Pardo Bazán. Su estudio da comienzo con una “infancia
distinguida y liberal” y se encamina a explorar cómo la autora de “Los pazos de
Ulloa” se fue profesionalizando en su vocación literaria y acabó siendo una
presencia tan estimulante como controvertida, pues fueron muchos los ataques y
parodias que sufrió por el único pretexto de ser mujer. Por eso era tan
consciente de que, hiciera lo que hiciera, sería objeto de críticas
malintencionadas bajo la sombra de una sociedad patriarcal y machista hasta el
extremo.
De ahí que, como registra Burdiel, Pardo Bazán se dirija,
desde París, al mismísimo Leopoldo Alas, “Clarín”, para advertirle de que ha
pensado en una novela que, como ocurre en “La Regenta”, presenta a un cura
enamorado de una mujer, y que no faltarán críticos que digan que se trata de
una mera imitación. De hecho, en su correspondencia privada, que tan bien usa
Burdiel para mostrarnos las diversas caras de la biografiada, se puede conocer
a la verdadera Pardo Bazán, por así decirlo, pues en ella “sus expresiones de
fortaleza y decisión parecen destinadas a esconder las dudas y la vulnerabilidad”.
Surge así por doquier en el libro una dama insegura cuya posteridad tuvo algo
de purgatorio, pues hasta mediados del siglo XX no llegó a revalorizarse su
obra.
Publicado
en La Razón, 28-II-2019