jueves, 14 de marzo de 2019

Pardo Bazán, ni Fortunata ni Jacinta


Hace escasos días, se presentaba en Gran Canaria el libro recopilatorio “Pérez Galdós en el vértice. Veinticuatro miradas”, preparado por Yolanda Arencibia y José Miguel Pérez y en el que se reunía todos los prólogos del gran proyecto de obras completas "Arte, Naturaleza y Verdad", que en su día se pidieron a escritores o historiadores relevantes. Un buen aperitivo sin duda para lo que nos espera el año que viene, cuando se celebrará el centenario de la muerte del autor de “Fortunata y Jacinta”. Así las cosas, en aquella doble docena de tomos tenía que aparecer el entorno humano y artístico del autor, y por supuesto se asomaba la figura de una dama de las letras de carisma e interés incuestionable, Emilia Pardo Bazán.

A ella se ha dedicado Isabel Burdiel con esmero y meticulosidad, hasta lograr esta impecable biografía, que rastrea su escritura y existencia, su pensamiento y contradicciones, su activismo feminista y su carácter tan españolista como europeísta. Pero, sobre todo, como biógrafa, a Burdiel le interesa “ese cruce entre vida y obra en manos de alguien que no podía, de ninguna forma y en ningún momento, vivir la vida sin la mediación del arte”; una percepción “que ha sido especialmente intensa al escribir sobre los amores de Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós o, más exactamente, sobre la concepción del amor que ambos podían tener, del amor al que aspiraban, de lo que construyeron juntos, o se frustró, en ese fugaz momento en que sus anhelos personales y sus mundos de ficción se cruzaron”.

La también responsable de libros biográficos tan sobresalientes como “Isabel II. No se puede reinar inocentemente” (2004) e “Isabel II. Una biografía (1830-1904)” (2010), amén de especialista en una madre y una hija también pioneras en los derechos de las mujeres: Mary Wollstonecraft y Mary Shelley, se convierte de este modo en la biógrafa definitiva que necesitábamos de Pardo Bazán. Su estudio da comienzo con una “infancia distinguida y liberal” y se encamina a explorar cómo la autora de “Los pazos de Ulloa” se fue profesionalizando en su vocación literaria y acabó siendo una presencia tan estimulante como controvertida, pues fueron muchos los ataques y parodias que sufrió por el único pretexto de ser mujer. Por eso era tan consciente de que, hiciera lo que hiciera, sería objeto de críticas malintencionadas bajo la sombra de una sociedad patriarcal y machista hasta el extremo.

De ahí que, como registra Burdiel, Pardo Bazán se dirija, desde París, al mismísimo Leopoldo Alas, “Clarín”, para advertirle de que ha pensado en una novela que, como ocurre en “La Regenta”, presenta a un cura enamorado de una mujer, y que no faltarán críticos que digan que se trata de una mera imitación. De hecho, en su correspondencia privada, que tan bien usa Burdiel para mostrarnos las diversas caras de la biografiada, se puede conocer a la verdadera Pardo Bazán, por así decirlo, pues en ella “sus expresiones de fortaleza y decisión parecen destinadas a esconder las dudas y la vulnerabilidad”. Surge así por doquier en el libro una dama insegura cuya posteridad tuvo algo de purgatorio, pues hasta mediados del siglo XX no llegó a revalorizarse su obra.

Publicado en La Razón, 28-II-2019