jueves, 21 de marzo de 2019

La mente precoz de Nietzsche


Hay autores célebres cuya permanente actualidad indica algo paradójico: tal vez no se les lee nunca porque creemos conocer en esencia su obra, o solo se hace desde ambientes académicos, pero sus libros sobre sus vidas y escritos sí tienen un incuestionable número de lectores. En tal lista podríamos colocar a Friedrich Nietzsche, que se asoma de continuo a nuestros ojos. En fechas recientes, por ejemplo, con una extraordinaria novedad gracias a Hermida Editores: las cartas que su madre envió a un amigo del filósofo y que recibieron el título de «Los años de la locura» o el voluminoso «Nietzsche. La zozobra del presente» de Dorian Astor, que se concentraba en su filosofía, viendo cómo ésta se concibió y desarrolló para hablarle al lector futuro. Ahora, este Nietzsche de precoz mente prodigiosa y al fin fatalmente enferma, por culpa de una demencia que arrastraría en el último periodo de su vida –cuando su madre pasea con él, le lee y permite que toque el piano–, aparece en una formidable biografía (traducción de Vicente Campos) denominada a partir de una de sus frases visionarias en la que acababa diciendo: «Yo no soy un hombre, soy dinamita».

Su autora, la inglesa Sue Prideaux, nos conduce a la perfección por cada etapa del filósofo: sus estudios y sus percances de salud, su prestigiosa trayectoria universitaria como filólogo, su trato con Wagner, su caída en la más terrible locura y cómo Elisabeth Förster-Nietzsche –casada con un hombre antisemita y wagneriano– hizo lo imposible por apropiarse de la fama de su hermano para lucrarse y usarla para sus fines pronazis, pues buscó negociar con su obra proyectándola como pensamiento cercano al nacionalsocialismo.

Prideaux, que tuvo la feliz idea de incorporar al final del libro una serie de aforismos nietzscheanos «que parecen tener una fuerte resonancia contemporánea» –lo cual estimula precisamente que vayamos a su obra de nuevo–, pone luz en todos estos episodios biográficos con un rigor y una agilidad totales. Las jornadas compartidas con Wagner, que reclamaba a su amigo para que fuera a verle («un reinventor del drama clásico que solo sabía leer a los clásicos en traducciones podría sacar mucho provecho del imprimátur intelectual de Nietzsche»), la mala recepción de «El nacimiento de la tragedia», su encuentro con Lou Salomé, sus viajes... El Nietzsche vital y enfermizo dará paso al póstumo, por cuanto Prideaux aborda la posteridad de su obra y el infame comportamiento de una Elizabeth adoradora de Hitler, que para ella era un «gran y espléndido hombre».

Publicado en La Razón, 8-III-2019