Un momento de inspiración mientras esperaba en el aeropuerto de Bérgamo, a punto de embarcar, fructificó en lo que llegó a ser la primera novela, y primer éxito, pues se convirtió en un libro superventas, de Joaquín Camps, “La última confidencia del escritor Hugo Mendoza” (Planeta, 2015). En tal instante, se le vino a la cabeza una trama que empezó a desarrollar hasta alcanzar las ochocientas páginas y que formaban uno de esos thrillers electrizantes que daba inicio con dos embarcaciones encontrándose en medio del océano de forma fortuita.
De este modo, Camps, Catedrático de Economía en la Universidad de Valencia, inventó la historia de un profesor de literatura española, llamado Víctor Vega, que decidía enfrentarse a una curiosa propuesta, la que le hacía la viuda del susodicho escritor, esta es, investigar si, pese a todo, su marido podría seguir con vida –pese a encontrarse su cadáver en un naufragio–, sobre todo teniendo en cuenta un extraño misterio. Y es que, cada tres de diciembre, llegaba a casa un nuevo manuscrito del escritor supuestamente muerto. Con estas premisas, Camps urdía una historia con las típicas convenciones del género de la novela negra, muy bien adoptadas, con una misteriosa y hermosa mujer de la que le era imposible no enamorarse al protagonista, y otros personajes destacables como una experta en matemáticas y una monja de clausura especialista, curiosamente, en informática.
Todo en pos de desvelar la verdad de un enigma que se desenvolvía en paralelo a asuntos de cariz actual, como el abuso a menores, el juego y sus mafias o el impacto de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana o el mundo editorial, pues no en vano, el ámbito profesional de Camps abarca campos relacionados con la investigación y docencia del comportamiento humano en las organizaciones; y eso es lo que más han destacado sus lectores: su capacidad para concebir personajes cercanos, vulnerables y llenos de humanidad.
Publicado en La Razón, 8-III-2019
