Más de medio siglo antes de
Trafalgar, en 1744, treinta y dos navíos ingleses se enfrentaron a veintiocho
barcos franco-españoles, cerca del puerto de la ciudad gala de Tolón y las
islas Hyéres. En aquella ocasión, la flota francesa intentó mantenerse al
margen al no estar oficialmente en guerra, de modo que únicamente doce barcos
españoles acabaron combatiendo con los británicos. Lo que ocurrió tendría
concomitancias con lo sucedería en Trafalgar: enfrente de esa localidad, los
buques españoles, en una situación de clara inferioridad, fueron atacados y
cañoneados durante muchas horas; y con todo, y a diferencia de aquella batalla,
en el caso de Tolón los españoles pudieron resistir la embestida, e incluso no
está claro quiénes fueron los vencidos y los vencedores, pues por un parte
“dejó a la masiva escuadra del almirante inglés Matthews sin alcanzar su
objetivo pero sin pérdida de buques, contando tan solo bajas y averías”, y por
la otra, no quedaron “crónicas de un análisis del entorno”.
Así se
explica Víctor San Juan en “Veintidós derrotas navales de los británicos”, un
autor que le dedicó a ello todo un libro, recientemente, en que se preguntaba
quién resultó derrotado en verdad aquel día en la Costa Azul. Y es se ha
extendido, según el autor, “el falso mito de que la flota inglesa y, por ende,
cualquier armada que los británicos hayan podido formar parte, jamás han sido
derrotadas”. Una creencia que se fue divulgando con éxito en el siglo XIX “con
el inagotable aporte literario anglosajón, y llevada incluso más allá por el
burdo y crédulo montaje propagandístico del cine”, y que sigue imperando en el
imaginario colectivo en este ámbito, “menospreciando a los que fueron adversarios
de los marinos ingleses a lo largo de los siglos, españoles, franceses,
holandeses, estadounidenses, alemanes, japonés y argentinos, considerados así
todos y por extensión perdedores absolutos”.
El que habla de todo ello, desde
que en 1372 el conde Pembroke, John Hastings, es derrotado por Ambrosio
Bocanegra en La Rochelle, hasta que en 1942 el almirante Nagumo y el general
Yamashita derrotan a los almirantes Thomas Phillips, James Somerville y el
teniente general Arthur Percival en Singapur y los mares de Extremo Oriente, es
un experto con una andadura marítima, investigadora y literaria impresionante.
San Juan ha escrito dieciocho ensayos y nueve novelas, siempre con la intención
de recrear el mundo de la navegación y los barcos, a raíz de sus experiencias
en largas navegaciones, tanto en veleros de crucero como en competición. Ha
obtenido los galardones más importantes de este campo –como el Premio Nostromo de
Literatura Naútica en 2001 por “Pequeño Escota”, su debut novelístico–, dirigido equipos deportivos en más de cien
regatas y trabajado en infraestructuras relacionadas con obras marítimas.
Batallas olvidadas
Pero
aquí cabe destacar su entrega a la historia, arrojando luz a lo largo de estos veintidós
casos, en una serie en la que deja fuera algunos muy conocidos y que han
recibido suficiente bibliografía, como la campaña de los Dardanelos, el combate
del estrecho de Dinamarca o el hundimiento de buques de guerra ingleses por
corsarios alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Su propósito es ir
detallando las circunstancias de cada batalla naval seleccionada para extraer
ese halo de invencibilidad universal de la que
ha gozado la Royal Navy, pues no en vano también protagonizó grandes y
sucesivas victorias, muy particularmente desde la Armada Invencible –el término inglés con el que llamó a la Empresa de Inglaterra de 1588, concebida por Felipe II para destronar a Isabel I e invadir Inglaterra–,
y más adelante con las campañas navales de la época napoleónica como Aboukir,
Camperdown o la archiconocida Trafalgar.
De este modo, el lector podrá
entrar a fondo en contiendas que han quedado parcialmente olvidadas, en todo
momento con un gran rigor histórico y algunos juicio de valor realmente
interesantes, como cuando San Juan habla de cómo en el siglo XVI, por
decisiones de Isabel I muy erróneas, se facilitó que se crearan “unas aguas
propicias para la aparición de traficantes de pocos escrúpulos,
contrabandistas, negreros, estraperlistas y simples saqueadores”, poniendo la
Armada inglesa en manos de “sujetos de dudosa reputación”; una etapa aquella
sólo superada, en el plano negativo, por los tiempos en que el gobernador de
Jamaica “entregaba barcos de guerra del rey, con toda su dotación, al peor
canalla pirata y filibustero del Caribe, Henry Morgan”. Una época, en
definitiva, en que Inglaterra se vio obligada a ocultar ciertas prácticas,
deformando la historia y satanizando al monarca español. Pero, sobre todo, lo
que encontraremos aquí será la vívida reconstrucción de batallas como la de Cartagena
de Indias, Tenerife, Creta, Veracruz, Atacames, Cádiz, los Cuatro Días, el Raid
del Medway, Santo Domingo o Texel. Todas historias de una “armada vencible”.
Publicado en La Razón, 22-VIII-2019