lunes, 23 de septiembre de 2019

Entrevista capotiana a M. García Martínez-Falero

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Manuel García Martínez-Falero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Si por un lugar entendemos un planeta, la Tierra, para poder respirar; si se refiere a un país, Estados Unidos, por su diversidad; si se trata de una ciudad, Londres, es la más cosmopolita; en cualquier otro caso, una pequeña aldea gallega.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, por supuesto que no. Prefiero a las personas, incluso a aquellas que opinan lo contrario.
¿Es usted cruel?
No (sin comentarios).
¿Tiene muchos amigos?
En este caso muchos es un término bastante relativo. Creo que estoy bastante por debajo de la media si mis contactos/grupos de WhatsApp son un buen baremo, pero siempre estoy abierto a nuevos “contactos”.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sentido del humor y paciencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, aunque tampoco les exijo demasiado.
¿Es usted una persona sincera? 
Tiendo a ello sin exagerar, me gusta inventar historias.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Haciendo lo que más me apetezca en el instante que aparece la oportunidad. Puede ser cualquier cosa, leer, buscar libros raros o ver un campeonato de curling en la televisión.
¿Qué le da más miedo?
Los golpes de mala suerte vital.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El borreguismo. El seguidismo dócil de los tópicos que plantean las falsas progresías. La infravaloración del esfuerzo y la sublimación del talento.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Nunca decidí ser escritor. Simplemente soy un lector envidioso que en algunas ocasiones intento emular a algunos autores (los buenos) y en otras demostrar que puedo ser mejor que otros (los malos). Soy abogado de profesión y en este oficio no está bien visto ser muy creativo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Natación porque me relaja.
¿Sabe cocinar?
Me faltan bastantes fundamentos, pero me defiendo en media docena de platos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Esther Lederberg, una científica de extraordinaria valía relegada al papel de ayudante. Busquen más datos en internet, les apasionará.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Desesperanza.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, casi todos los días, pero las ganas me duran cinco segundos y nunca me ha dado tiempo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Liberal en su acepción más denostada a izquierdas y derechas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Geógrafo, pero no estoy seguro de que sea una profesión.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tengo vicios confesables. Defectos sí, y encabezando la lista, la pereza y la intransigencia.
¿Y sus virtudes?
Mi esfuerzo diario por superar la pereza y aligerar la intransigencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No tengo ni idea, habría que experimentarlo y no tengo ganas. Seguramente serían de cabreo con mi suerte porque la muerte por asfixia deber ser de las peores.
T. M.